“Porque el mismo David dijo, hablando por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. Si David mismo lo llama «Señor», ¿cómo puede entonces ser hijo suyo?» Mucha gente acudía a Jesús y lo escuchaba con agrado” (Mc 12, 36-37).

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Hoy, Jesús nos trae una enseñanza que nos ayuda a comprender mejor el misterio de Su intimidad. Poco a poco, a lo largo de Su misión, Jesús fue revelándose a nosotros. Podemos ver eso, por ejemplo, cuando Pedro confiesa Jesús como el Mesías o, entonces, cuando el ciego Bartimeo le llama de “el hijo de David”.

Sin embargo, hoy, Jesús nos enseña – y enseña Sus discípulos – , que aún con todos estos titulos atribuidos a Él estar sí correctos, ellos no son suficientes para definir la totalidad de la persona de Jesús.

Jesús es descendiente de David, pero está por encima de David, porque es el Hijo de Dios y es nuestro Señor

Es verdad que el Señor es el Mesias, es el hijo de David esperado, el enviado de Dios, pero es así porque, antes de todo, Él es el Hijo de Dios. ¡Jesucristo es el Hijo de Dios!

Y con la pregunta que hizo, el Señor quiere orientarnos Su transcendencia, y nos hace ver la divinidad de Su persona. Al decir que David escribio el Salmo que Le menciona, Jesús expone el sentido mesiánico que tiene estas palabras: “Dijo el Señor a mi Señor”. Este según el Señor es el Mesias; es Jesús que está allí identificado en este Mesias.

De esta forma, el caracter misterioso y trascendente de Jesús queda expreso para nosotros, comprendido allí como hijo de David que el llama de “su Señor”, porque no solo es el hijo de David, pero,arriba de todo, es el Hijo de Dios.

Jesús es el Mesías, descendiente de David, pero esta por encima de David, porque es el hijo de Dios y es nuestro Señor.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!