Si la Navidad es la fiesta de las luces, solo hay una luz que, verdaderamente ilumina nuestra vida, esta luz se llama: Jesús
Hoy, tenemos la gracia en este contexto navideño, de celebrarnos el apóstol San Juan. Ayer, celebramos el primer mártir que fue Esteban, hoy celebramos el único apóstol que no fue mártir, que es justamente Juan, el evangelista.
Juan es el evangelista de amor, de la poesía cristiana, es aquel que nos ayuda a amar de forma tierna y bella el Verbo Encarnado, el Verbo manifestado. La vida eterna que estaba en Dios, ahora esta en nuestro medio. Es Juan que, nos enseña a amar con poesía, con ternura, afecto, con el corazón y no solo con la razón, nos enseña a amar ese Dios que esta en nuestro medio.
Juan trae para nosotros la alegría, la vivacidad, la presencia de Dios vivo y encarnado en nuestro medio. Es él que nos dice justamente eso: “Nuestros ojos contemplaron y somos testigos que, la vida eterna que estaba en el Padre, esta entre nosotros”.
Juan nos da los ojos de la fe, porque es él quien va decirnos que ese niño que nace, es la luz del mundo, es la luz que trae brillo a nuestra vida; es la luz que ilumina los ojos de nuestra existencia, para contemplarnos Jesús.
En este tiempo que estamos viviendo, vamos contemplar Jesús, vamos verlo, vamos al encuentro de Él, para que nuestra vida tenga brillo, luz y la gracia.
No podemos más vivir apagados, una sin gracia, sin gusto, sin sabor, sin luz; en las tinieblas y en la oscuridad.
Dios no nos quiere en la oscuridad, Él nos quiere en la luz, en la claridad; Él quiere que nuestra vida esté brillando para los demás. No comprenda que “brillar los demás”, como si tuviéramos que llamar atención para nosotros. Es Jesús, que vive en nosotros, quien debe llamar atención.
Que nuestra vida abrillanta esta gracia, esta ternura de Dios manifestada, viva y presente en nuestro medio. Si la Navidad es la fiesta de las luces, solo hay una luz que, verdaderamente, ilumina nuestra vida, esta luz se llama: Jesús. Es a Él que queremos adorar, alabar, bendecir y engrandecer.
¡Dios te bendiga!
