“Cuando supo de la muerte de Juan Bautista, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para esta a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Al desembarcar Jesús y encontrarse con tan gran gentío, sintió compasión de ellos y sanó a sus enfermos” (Mt 14, 13-14).
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El Evangelio de hoy nos habla que Jesús, luego después de ser informado sobre la muerte de Juan Bautista, se aisló para un lugar desierto. Es decir, Jesús busco quedar solo en aquel momento.
El Evangelista aquí no nos da detalles sobre esta información, pero seguramente Jesús ha vivido allí una profunda tristeza delante de la muerte de Juan Bautista. Y, al sentir esta profunda tristeza, necesito aislarse, necesito quedar solo.
Jesús es Dios, pero es también hombre; totalmente Dios y totalmente hombre. Y la divinidad de Jesús no anulo en nada su humanidad, y así Jesús, aún siendo Dios, ha vivido en plenitud los sentimientos humanos. Jesús también lloro, Él también sufrió con la muerte de sus amigos.
La divinidad de Jesús no dejo de evitar que Él sienta el dolor y el sufrimiento por la muerte de sus amigos, aún sabiendo que la muerte para aquellos que son fieles es solo una pasaje. Jesús sabía de eso, pero sufrió también.
En otra pasaje bíblica, podemos ver que Jesús lloró, expresando allí también sus sentimientos de dolor y de sufrimiento. Sufrir por el otro y sufrir con el otro son sentimientos profundamente humanos, y Jesús ha vivido cada uno de estos sentimientos.
Quien siente compasión sufre junto y participa activamente del sufrimiento del otro
Mas adelante, en este mismo evangelio, escuchamos que Jesús, al ver la multitud, se lleno de compasión. Compasión es sentir con el otro, es tener esta capacidad de sentir el dolor del otro; no solo de sentir, pero de ir más profundo, además de comprender lo que el otro esta viviendo, lo que el otro siente, hacer algo para aliviar este dolor y este sufrimiento del otro. Fue eso que Jesús ha vivido.
Porque, quien siente compasión no queda solo viendo de fuera, como si el sufrimiento del otro fuese un espectaculo a ser contemplado. Quien siente compasión sufre junto y participa activamente del sufrimiento del otro, no es solo un espectador, pero pasa a ser un actor secundario en la vida del otro; en la busca de una solución, de algo que alivia aquel sufrimiento.
Jesús, al sentir compasión, sano los que estaban enfermos y ordenó a sus discípulos: “Que puedas dar ustedes mismos de comer”. Jesús jamás queda ajeno a nuestros sufrimientos y dolores, pero Él es un Dios que participa activamente de nuestra vida, Él siempre viene a nuestro encuentro para aliviar nuestros sufrimientos.
Cuando Él habla a Sus discípulos: “Que puedas dar ustedes mismos de comer”, Jesús nos enseña que no podemos quedar lejos del sufrimiento de nuestros hermanos y enséñanos también que no podemos tercerizar una responsabilidad que es nuestra. A veces, vemos el sufrimiento del otro y tercerizamos, huimos que no es con nosotros. ¡Necesitamos preocuparnos con nuestros hermanos y actuar en la vida de ellos!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!