“Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, aunque no queráis creerme, creed en las obras, para que sepáis y reconozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Juan 10,31-42).

Caminos de Dios

En el Evangelio de hoy, amados hermanos y hermanas, Jesús revela su identidad de Hijo de Dios; y Jesús no revela Su identidad solamente por medio de las palabras, sino también por medio de las obras que Jesús realiza. Es decir, Jesús dice: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no queráis creerme, creed en las obras de aquel que me envió”. Así, comprenderemos que Jesús vino del Padre. Es decir, ante esta afirmación, una vez más, los ánimos se dividen. Es decir, los fariseos se enfurecieron con Jesús, porque Él está diciendo que Él es Dios.

Él está diciendo que Él es el Hijo de Dios, el Mesías enviado, es decir, para ellos una blasfemia.

Mientras muchos creían, otros no creían.

Amados hermanos, quiero decir algo con lo que usted necesita tener cuidado, y yo, Padre Ricardo, también necesito: El Señor nos está dirigiendo Su Palabra, el Señor nos está marcando un itinerario para ponernos en el camino del Señor y vivir con Él.

Y Jesús se manifestó por medio de Su Palabra, por medio de las curaciones y de tantas otras realidades; y las personas vieron aquello que Jesús estaba haciendo, pero no creían. Esa falta de fe, mis hermanos, puede llevarnos a vivir una vida de tibieza, de enfriamiento espiritual y una ceguera espiritual. Por eso nuestro caminar de fe tendrá momentos altos y bajos, es decir, la sensación es que, cuando Jesús habla a la multitud, algunos se adhieren, otros no.

Eso es normal a causa de la iniquidad, del misterio de la iniquidad, el misterio del pecado que cierra nuestro corazón, que lo endurece para que no creamos que Jesús vino para salvarnos.

Amados hermanos y hermanas mías, quiero decirle a usted: abra los ojos, los oídos, la boca y el corazón para acoger la salvación de Dios. No deje que el pecado endurezca su corazón.

Estamos en este itinerario, llegando ya a la Semana Santa, a la Semana Mayor, donde necesitamos llegar, realmente, con el corazón libre para creer que Jesús resucitará.

Muchos cristianos ya no están viviendo esta realidad, están endureciendo el corazón.

Pidamos al Señor la gracia de que nuestro corazón esté abierto a Su voluntad y para que permanezcamos en ella.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!