“Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 15-20).
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Amados hermanos, hermanas, por sus frutos los conoceréis. Ante la reflexión de este Evangelio, San Juan 15,5 dice así: “Sin mí, nada podéis hacer”, refiriéndose al hecho de que Él es la vid y nosotros somos los sarmientos. Y los sarmientos que están injertados en la vid darán buenos frutos. Pero aquellos que no estén injertados en la vid no producirán fruto alguno, porque no tienen la consistencia de hacer la voluntad de Dios.
¡Es necesario estar injertado en la vid! Si ya has estado en el Santuario del Padre de las Misericordias, tenemos el sagrario simbolizando la vid, que es Jesús, y muchos sarmientos unidos a él. Sin embargo, estos sarmientos tienen muchos frutos. ¿Por qué? Porque están injertados en la vid verdadera, que es Jesús. Estoy recordando esta pasaje para decir justamente de lo que estamos hablando aquí.
Así, todo árbol bueno produce frutos buenos. Nuestro seguimiento a Jesucristo no puede dar frutos buenos si no está en una vida de profunda intimidad con Él. ¿Cómo puedo dar buenos frutos? Primeramente, a través de la oración. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que la oración es el camino de intimidad con Dios. Es por medio de ella que hablo con Dios, es por ella que me relaciono con el Señor y así voy progresando en una vida espiritual más profunda para vivir la voluntad de Él y así dar buenos frutos.
Si vas a un manzano, no encontrarás higos allí. Si vas a un naranjo, no encontrarás limones. No hay como. ¿Esto para decir qué? Un árbol bueno no puede dar malos frutos, y un árbol malo no puede dar buenos frutos. Es decir, mis hermanos, necesitamos tener la autenticidad de nuestro seguimiento a nuestro Señor. Si quiero ser un verdadero cristiano, solo puedo querer dar buenos frutos, solo puedo querer ser testimonio en la vida de otras personas.
Somos llamados a dar buenos frutos
¡Qué triste es ver a un cristiano que no da ningún fruto! Es por el árbol que se conocerá quién es de Dios, porque, allí, veremos si la persona está dando fruto, si reza, si va a misa, realiza diversas actividades, pero no está dando ningún fruto. Mis hermanos, nuestra vida necesita dar frutos.
Imagínate a un sacerdote que no da ningún fruto. Un sacerdocio estéril. Tú no puedes ser un cristiano estéril. Yo no puedo ser un sacerdote estéril. Porque ya sabemos lo que significa la palabra esterilidad. Una mujer o un hombre que están casados y quieren tener hijos, pero son estériles, no darán frutos, no generarán vida.
Y aquí quiero rezar por aquellos matrimonios que quieren embarazarse, que viven la esterilidad propia y natural. Quiero pedirle al Señor que ustedes puedan dar este fruto y generar una vida. Que el Señor pueda alcanzarte a ti que estás ahí ahora. Pero, más allá de eso, que el Señor les dé también la gracia de producir frutos, y frutos de santidad.
Quien vive una vida de profunda comunión con Dios dará frutos en el tiempo necesario. Que Dios bendiga a cada uno de nosotros y pueda, cuando nos encuentre en el día del juicio final, decir: “Este árbol dio buenos frutos”, y podamos escuchar de Jesús: “Venid, benditos de mi Padre”.
Dios te bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
