“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mt 7, 21-29).
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Mis amados hermanos y hermanas, hemos visto una secuencia de palabras en las que Jesús ha provocado nuestra vida. El Señor nos está hablando de que nuestra casa necesita ser construida sobre la roca. Es decir, Él es el fundamento sobre lo que tenemos que construir nuestra vida espiritual, porque, cuando viene la lluvia, los vientos, las tribulaciones, las tentaciones, las adversidades, las enfermedades, permaneceremos firmes y fuertes, porque tenemos nuestra vida anclada en la voluntad de Dios.
Aquel que escucha las palabras del Señor tendrá su vida fortificada. Quien no las escucha, vendrán los vientos de doctrinas contrarias a su fe, y si no está basado en la fe católica, en la doctrina, en la sucesión apostólica, en el misterio de la Iglesia, todo aquello que fue sembrado en su corazón puede perderse.
Aquello que fue basado es como construir una casa. ¡No se empieza por el techo hacia abajo! Primero, se hace un fundamento, y ahí se va dando la seguridad de, la profundidad. Si deseas construir un piso alto, tienes que tener una estructura para que la casa pueda aguantar el peso.
Una casa basada en Dios es inquebrantable
Eso no sucede con aquel que no planea su vida en Dios, y la va llevando de cualquier manera, solo viviendo una vida incluso acomodada. Yo rezo un rosario y ya está bien. Voy a misa a veces y ya está bien… Eso, sin embargo, puede llevarlo a la ruina completa. Jesús está advirtiendo, al final, que su ruina será completa si no está con su vida, con su corazón, basado en la voluntad de Dios.
Hemos oído el Evangelio, de unos día, sobre la dureza con que Jesús ha tratado a sus discípulos, para que no se pierdan. Él no quiere que te pierdas, no quiere que entres en esta ruina, que tu casa sea destruida. ¡No! El Señor quiere que puedas, un día, llegar al Reino de los Cielos teniendo tu vida fundamentada y basada en la voluntad de Dios.
Que Dios te bendiga, y que tengas la capacidad de escuchar las palabras de Jesús y ponerlas en práctica, porque así tu vida tendrá seguridad y fundamento: Nuestro Señor Jesucristo.
Dios te bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!