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Hermanos y hermanas, el texto que vamos a leer en este día se encuentra en Lucas, capítulo 19, versículos del 1 al 10. Y el pasaje que he escogido dice así:
“Cuando Jesús llegó a aquel lugar, alzando la vista, lo vio y le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.’ Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: ‘Ha ido a posar con un hombre pecador.’ Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ‘He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.’” (Lucas 19, 5-8)
Dulce Huésped
Entonces Zaqueo, hermanos y hermanas, es el último personaje que Jesús encuentra antes de su llegada a Jerusalén. Este encuentro es muy significativo. Zaqueo, como vemos aquí, estaba perdido y experimenta la salvación.
Este encuentro apunta a todo aquello que Jesús va a vivir en Jerusalén, todo aquello que Él vivirá en el futuro, entregando su vida y todo lo demás en vista de nuestra salvación.
Y aquí, Zaqueo ya prefigura a cada uno de nosotros. Un hombre que tenía, de hecho, una vida lejos de Dios, una vida equivocada, pero Jesús le pide que baje deprisa para hacer la experiencia de un encuentro verdadero con Él.
Todos nosotros estamos llamados a este encuentro personal con Jesús. El encuentro personal que transforma nuestra existencia, un encuentro personal con Jesús que transforma nuestra vida para siempre.
Lo interesante es que Jesús es quien se invita a entrar en la casa de Zaqueo. Esto nos recuerda que el acto de fe es un acto de Dios. Dios nos hace creer, nos da el acto de fe, nos enseña a acercarnos a Él, tiene la iniciativa de la gracia, y nosotros vamos correspondiendo.
Aquí, Jesús se invita a entrar en la casa de Zaqueo, así como Él se invita a entrar en nuestra casa y en nuestra vida también. Esto significa que Dios siempre tiene la iniciativa. La iniciativa es de Dios para nuestra salvación, y nosotros debemos corresponder con amor a ese llamado. Zaqueo baja deprisa y lo recibe con alegría. También nosotros debemos recibir al Señor con alegría.
Esta alegría significa la alegría de quien recibe la salvación en su casa. La alegría de quien recibe la salvación en su vida.
Que usted, en este día, reciba a Jesús en su casa, reciba a Jesús en su vida, reciba y corresponda a la iniciativa de Dios que quiere su salvación.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!