“Jesús estaba pasando por unos campos de trigo en día de sábado. Sus discípulos comenzaron a arrancar espigas mientras caminaban. Entonces, los fariseos dijeron a Jesús: “Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?”. Jesús les dijo: “¿Acaso nunca leísteis lo que hizo David y sus compañeros cuando pasaron necesidad y tuvieron hambre? El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Por tanto, el Hijo del Hombre es señor también del sábado” (Marcos 2,23-28).
Virtud de la fortaleza
Hoy, celebramos la memoria de Santa Inés, quien, también al igual que San Sebastián, fue una joven virtuosa.
La memoria de esta Mártir tan joven, muerta con apenas 12 años de edad, es privilegiada por la liturgia del rito romano, porque fue en Roma donde aconteció su martirio. Una vida entregada a Dios, de una confianza inquebrantable. Por la fragilidad física de su cuerpo, Santa Inés tenía algo mucho más fuerte, que era la virtud de la fortaleza interior.
No se llega a la santidad y no se llega al martirio quien no tiene esta virtud de la fortaleza, que fortalece nuestro interior para testimoniar a nuestro Señor Jesucristo. Sabemos que la fortaleza es la gran virtud de los mártires. ¿Quieres ser santo? ¿Quieres ser mártir? Por causa del nombre de Jesús, busca, cada día más, la virtud de la fortaleza.
¿Sabes dónde puedes encontrar eso, hermano mío, hermana mía? En el Catecismo de la Iglesia Católica, donde existe un espacio dedicado a hablar de las virtudes. Y si es la gran virtud de los mártires, nosotros debemos buscarla.
¿Sabes por qué? Porque solo puede enfrentar la muerte y la crueldad por amor a Cristo quien esté imbuido de la virtud de la fortaleza. Fue lo que ocurrió en la vida de Santa Inés. La virtud de la fortaleza fue la gran guía de su vida para no negar a nuestro Señor Jesucristo.
¿Estaremos dispuestos? Santa Inés, aun teniendo la fragilidad física como un elemento que podría poner en descrédito a esta joven de 12 años, fue revestida de la gracia del Espíritu Santo de Dios, por eso pudo realizar, en su vida, y no solo por gracia divina, sino por su testimonio, por su valentía, por su fidelidad y amor a nuestro Señor Jesucristo, amor al Evangelio de Jesucristo, la voluntad de Dios de forma muy heroica.
¿Tienes esa valentía, hermano mío? ¿Tienes esa valentía, hermana mía? De dar tu vida por causa de Cristo, de derramar tu sangre por amor a Él?
Lee la vida de Santa Inés y pide al Señor esta gracia de que tú también des tu vida por causa de Cristo.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
