En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre estaba a punto de partir a tierras lejanas, y reunió a sus servidores para confiarles todas sus pertenencias. Al primero le dio cinco talentos de oro, a otro le dio dos, y al tercero solamente uno, a cada cual según su capacidad. Después se marchó. El que recibió cinco talentos negoció en seguida con el dinero y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo otro tanto, y ganó otros dos. Pero el que recibió uno cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su patrón. Después de mucho tiempo vino el señor de esos servidores y les pidió cuentas” (Mt 25, 14-19).

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Mis hermanos y mis hermanas, aquí, la parábola contada por Jesús, nos muestra una cosa interesante:el numero de los talentos no es la expresión de la injusticia divina. Porque podemos ser tentados a pensar de esta forma; “¿Por que dar diez talentos, cinco, uno?”.

La creación no es una fábrica modelo, no fuimos creados en serie. Dios ya crea salvando. Por eso, todo que compone nuestra identidad para nuestra salvación eterna. Es eso que San Pablo asegura en la Carta a los Romanos cuando nos habla: “Todas las cosas para el bien de los que lo aman a Dios” (Romanos 8, 28).

Aún que sea solo uno, fructifique ese talento porque él fue dado por Dios para tu bien

¡Existe una coherencia, existe una providencia de Dios que muestra todas las cosas! Eso nos liberta de quedar todo el tiempo comparándonos a las otras personas y alimentando dentro de nosotros revueltas por el hecho de no tener lo que los demás tienen. No estoy hablando de la dignidad humana, en el cual todo tienen derechos iguales – condiciones de vida digna, morada, comida, saneamiento, saludad, tiempo ocio — , eso es obligación de cualquier país proviene a sus ciudadanos; bienes para que la persona pueda vivir una vida con dignidad. ¡No es sobre eso!

La parábola nos habla que Dios da según la capacidad de cada uno. La traducción original que aparece aquí (en el griego) idios dynamis, quiere decir: una fuerza peculiar de cada uno, una habilidad propia de cada uno; reafirmando sobre Dios por la singularidad del ser humano.

Repito: Dios no nos creo en serie, no fuimos creados modelos; fuimos creados únicos, cada ser humano tiene su fuerza, tiene un don, tiene un talento que le es peculiar. No estamos en el mundo para disputar quien tiene más talentos, pero estamos en esta linda aventura de vivir frutificando lo que nosotros recibimos para el bien de las personas.

No tengamos miedo de ofrecernos como un don para las personas, no seamos santos por miedo del infierno, pero seamos santos por gratitud Aquel que nos lleno de talentos. Aún que sea solo uno, fructifique ese talento porque él fue dado por Dios para tu bien, para tu salvación y también para la salvación de muchos.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!