“Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí está toda la Ley y los Profetas” (Mt 7, 12).
Jesús esta nos enseñando la segunda etapa del camino de oración. Si la primera etapa es el silencio interior, de la búsqueda apasionada por el corazón del Padre, la etapa siguiente es la oración que suplica.
La súplica del alma es revestida, primero, de la confianza, es decir, como me relaciono con el Padre. Él es mi Padre yo confió en Él, y es por eso que voy llamar en la puerta del corazón de Él, voy buscar, en el corazón del Padre y voy pedir a Él lo que necesito. Tu puedes tener seguridad de quien llama en la puerta de Dios, Él abre la puerta; quien busca la ayuda en Dios, en Dios es amparado; quien pide, quien suplica a Dios es atendido por Él.
Bueno, no esperemos que seamos atendidos de forma que nuestra manera egoísta, egocéntrica y orgullosa quiere ser atendida. ¡No! Permitamos que Aquel que es Padre de al hijo lo que, de hecho, el hijo necesita. Primero, el remedio para convertir el corazón, para acalmar el corazón, para guiar el alma, guiar la visión, abrir la mente. Nosotros, muchas veces, pedimos muchas cosas a Dios, pero no buscamos el esencial. Muchas veces, nuestro pedido se resume a la vida material, a las coas terrenas, y no suplicamos a Dios un corazón que reza, una alma llena del Espíritu, no suplicamos la sabiduría divina para tener el discernimiento.
Un estudiante que va hacer una prueba no va pedir para Dios para pasar en la prueba. Él va pedir a Dios la sabiduría para usar bien los contenidos que él aprendió, para tener sobriedad, serenidad, para vencer la ansiedad. Que Dios no da cosas mágicas, porque Él no es mágico, Dios es Padre, es Aquel que cuida y guía. Él no hace nada en nuestro lugar, porque Él nos creo para que tengamos iniciativas propias, pero Él esta para ayudarnos, Él esta para iluminarnos, para guiar.
Hagamos, intensamente, el bien para el otro, porque es el bien que nosotros deseamos, es la forma practica de rezar
De nada vale pedir para Dios para ti en la lotería, para ganar aquel dinero, porque no es Él que da el dinero, no es Él que determina los números de la lotería. Dios es quien nos da la sabiduría para tener sensatez para usar lo que tenemos, saber vivir con lo que no tenemos y saber buscar lo que necesitamos. Por eso, para que no engendre en nosotros el inconformismo o una relación equivocada con el amor de Dios, busquemos en Él Su esencia, el amor, la misericordia, porque es todo lo que nosotros más necesitamos.
Busque, en primer lugar, Dios y su Reino, y tu puedes tener la seguridad que el algo más vendrá en acrecimos.
El tercer paso, también en la vida de oración, es hacer a los demás lo que nos gustaríamos que hiciese a nosotros. Nosotros de ser ofendido, entonces, no ofendamos nadie. ¿Nos gusta ser bien tratado? Tratemos bien a los demás. Nos gusta la educación, entonces, seamos educados.
¿Hay cosa peor que entrar en un recinto que esta desordenado? ¿Y quien desordeno? Quien fue allá anteriormente. Entonces, no hagamos el mismo. Eso vale para todo que vivimos en sociedad, en el mundo.
Es esencial, mis hermanos, que nada de lo que deseamos para nosotros, nosotros no debemos hacer para el otro. No hagamos nada de mal para el otro, porque no queremos nada de mal para nosotros. Hagamos, intensamente, el bien para el otro, porque es el bien que nosotros deseamos. Esta es la forma practica de rezar. No es, simplemente, suplicar, pero actuar el bien para el otro, porque así estamos arreglando el mundo y guiando la sociedad.
¡Dios te bendiga!