“En aquel tiempo, dijo Jesús a la multitud: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás” (Juan 6, 35-40).
¡Yo soy, estoy presente!
¡Yo soy el pan de vida! Debemos detenernos en esta afirmación de Jesús, porque contiene toda una teología. Primero, decir “Yo soy” significa una referencia a la revelación de Dios en el Antiguo Testamento, cuando Él reveló su nombre, es decir, “Yo soy el que está presente, Aquel que está en medio de vosotros”.
¡Y cómo alimentó esta palabra al pueblo en la travesía del desierto! La certeza de la presencia de Dios, el caminar bajo aquella voz: “¡Yo soy! ¡Yo soy!”. Es decir, estoy presente.
Más que el maná que caía del cielo cada día, esta palabra de la presencia de Dios sostuvo al pueblo hasta la entrada en la Tierra Prometida.
Después: “Yo soy el pan del cielo, el pan de vida”. ¡Un símbolo tan fuerte! El pan, símbolo escogido por Jesús. El pan, que es fruto del cielo y de la tierra, porque sin la lluvia que cae del cielo, no puede crecer el trigo. Sin la tierra, no hay dónde plantar ese trigo. Es Jesús hablando de sí mismo. Don del Padre, que llueve del cielo; don del Padre, que se encarna en medio de nosotros.
Palabra y Eucaristía son esos dos elementos que los Padres de la Iglesia siempre vieron en esta afirmación de Jesús: “Yo soy el pan de vida”.
Tenemos estas dos mesas, y podemos decir así: estos dos banquetes en cada celebración de la Eucaristía.
La palabra que alimenta nuestra sed de conocer a Dios, su luz admirable que penetra nuestra alma y separa todo aquello que en nosotros no nos edifica como hijos de Dios. Tenemos esto en la liturgia de la Palabra en nuestras celebraciones. ¡Qué importante es alimentarnos de la Palabra de Dios! Por eso, no llegar tarde a Misa, sino escuchar la Palabra de Dios que es proclamada.
Y después, tenemos el banquete Eucarístico, la segunda mesa, que hace presente el único y perenne sacrificio de Cristo para la salvación de la humanidad. ¡Qué importante es preparar nuestro corazón para este encuentro con Cristo!
Cristo quiere saciar nuestra hambre, Cristo quiere ser el pan de vida con su Palabra y con su Cuerpo y su Sangre.
Alimentémonos de Él.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!