“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo. Pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: ‘El siervo no es mayor que su señor’. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15,18-21).
Servicio en el Reino de los Cielos
Palabras muy directas, muy prácticas que Jesús presenta a sus discípulos y a cada uno de nosotros.
Dos términos aparecen en el Evangelio de hoy: doulós y Kyrios – siervo y señor.
Jesús utiliza estos dos términos para decir que el siervo no es mayor que su Señor.
¿Y cómo es que Jesús se hizo Señor? Precisamente asumiendo la condición de siervo. Dice el himno de San Pablo a los filipenses que Él, en su condición divina, se despojó de sí mismo.
En aquel misterio, que nosotros llamamos kénosis –el vaciamiento de Dios, esa condición que Jesús asumió de siervo–, Él nos da, de hecho, este ejemplo. La condición de siervo nos vacía de nosotros mismos para hacernos plenos de Dios.
Cuando alguien, por el contrario, está lleno de sí mismo, es soberbio, jamás podrá ser siervo de nadie, porque para esa persona, todos están a su servicio.
Jesús, por el contrario, siendo Dios, deja su condición y asume otra: la condición de siervo para poder convertirse en Señor de todo y de todos.
Entonces, tenemos que aprender y, definitivamente, acabar con esa manía de grandeza, de poder absoluto, de dominio sobre todo y sobre todos, de nuestros apegos a los cargos. Eso nunca nos hará grandes en el Reino de los Cielos.
Por otro lado, esforcémonos por alcanzar el último lugar, por ponernos al servicio de las personas. Es inconcebible para un cristiano, que quiere asemejarse a su Señor, no asumirse como siervo.
Son incoherentes actitudes de tipo centralizadoras, opresoras, poniéndose como centro de atención, como alguien que anda buscando el reconocimiento en lo que hace, alguien que actúa como un promotor de sí mismo, de sus propias acciones, y no se coloca en el ocultamiento ni en el servicio desinteresado a las personas.
Que Jesús, Nuestro Señor, hecho siervo de todos, nos enseñe esta vía de la humildad.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!