“Estad atentos porque no sabemos el día en que vendrá el Señor” (Mateo 24,42)
Estamos siempre preparados para el encuentro del Señor y este día no tiene hora marcada. Podrá ser hoy, mañana, de aquí a 50 o 100 años. No sabemos, pero necesitamos quedar atentos.
¿ Y lo que él queda atento, sino vivir cada día como si fuera el único, como si tuviera que prestar cuenta de nuestra vida hoy? Que malo operario es aquél que dice: “Yo no sé qué horas el Señor vendrá”, y vive la vida de cualquier manera, cuida de su trabajo de cualquier modo y deja para última hora para cuidarse, dejar todo en orden para que perezca que está todo bien.
Nuestra vida no es una parte de vida, nuestra vida es un todo, y el hoy, lo aqui y ahora. Nuestra vida es de aquel empleado que es prudente, que sabe que a todo momento su patrón puede llegar, pero no es por miedo del patrón, es por responsabilidad y consciencia reta.
No voy a colocar orden en la casa, en mi vida y en mi corazón por miedo de Dios, pero por amor que tengo a mi, por amor que tengo a Dios, por el deseo que tengo de encontrarme con Dios y vivir con Él aquí y ahora.
La muerte no va sorprender a nadie cuando nosotros, cada día, ya vivimos al encuentro de Dios.
Estamos viviendo una religión errada, porque creemos que el encuentro con Dios es después de la muerte, pero después de la muerte va ser una decepción, pues si no nos encontramos con Dios en la vida, ¿cómo vamos a encontrarlo después de la muerte?
Somos estos trabajadores imprudentes, que no arrugan la casa, porque no saben la hora que el Señor vendrá. Ahora, si somos un buen operário, ya vamos al encuentro del Señor aquí y ahora. Cuando la muerte llegue, ella no será ninguna sorpresa para nosotros. Así murió, porque así vivió.
Estaba recordando a la Doctora Zilda Arns, que mujer Santa. Vivió una vida para cuidar de crianças, y está a la pastoral de la criança que, de forma maravillosa ella creó, fundó y cuidó hasta el último día de su vida, y todavía se dedicó a la pastoral para los idosos. Ella estaba en Haití, en medio de una edificación de Pastoral con la criança, en un país necesitado, cuando un terremoto llevó todo a desabar, y ella murió. Ella no sabía que moriría en aquél día , pero ella hizo en el último día lo que hizo durante toda su vida. Puede ser parecido trágico la muerte de ella, pero no fue, porque ella vivió cada día aquello que vivió hasta la muerte.
La muerte no va sorprender a nadie, cuando nosotros, a cada día, ya vivimos al encuentro de Dios, haciendo lo que es para hacer para El de mañana, a tarde o por la noche. No vamos sorprendido, porque solo nosotros nos sorprendemos con aquello que no vivimos de forma intensa y verdadera.
¡Dios te bendiga!