Si escuchamos la voz de nuestro Pastor no vamos perdernos en las carreteras de la vida
“Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí” (Jn 10, 14).
Cuando miro para la figura del Buen Pastor, me siento una “ovejita” del redil de Él; busco mirar para Jesús porque encuentro en Él refugio, seguridad y confianza. ¡Nuestro lugar es el regazo del Buen pastor!
Es verdad que ni siempre somos buenas ovejas; somos una oveja difícil, complicada, pero el Buen pastor nos conoce. Necesitamos conocerlo más, amarlo más; necesitamos ser una oveja que escucha la voz de Él. Una oveja solo se pierde cuando ella no escucha la voz de su pastor, y se e el camino de la vida nos perdemos, no fue el Señor que nos abandono, por el contrario, fuimos nosotros que no escuchamos la voz de Él.
Cuando miramos para nuestra vida y la repasamos, vamos viendo que, en muchas situaciones, escuchamos más a nosotros mismos, nuestro corazón, escuchamos la voz del otro y dejamos de escuchar el Señor.
Escuchar el Señor no es difícil, pero es necesario dedicación y desdoblamiento del alma, de corazón. Es necesario someterse a estar a los pies del Señor para escucharlo, porque si escuchamos la voz de nuestro Pastor no vamos perdernos en el camino de la vida.
Vivimos en un mundo que, muchas veces, nos hace insensibles a la voz de Dios. Cuando no nos convertimos insensible, nos volvemos confusos en el mundo, donde existe muchas voces, conocimientos y orientaciones. La buena oveja busca un lugar de silencio del alma, del corazón, para la intimidad con Dios, escucha quien tiene un verdadero Pastor que nunca deja de cuidar de Sus ovejas y Él es capaz de donar la vida por ellas.
El Buen Pastor dio la vida que tuviéramos vida; Él nos da la vida a cada día cuidando, dedicándose porque para el Buen Pastor nada es más importante que cuidar de Sus ovejas.
Como ovejas del redil de Jesús, permitamos ser cuidados por Él. La forma esencial de ser cuidados por el Buen pastor es tener sensibilidad para escuchar la voz de Él y seguirlo para no perdernos en la senda de la vida.
¡Dios, el Buen Pastor te bendiga!
