“Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28).
La vida no fatiga, todos nosotros experimentamos el cansancio de la vida. Cuando miramos para nuestras responsabilidades, para todas las situaciones de la vida, cuando nos deparamos con los embates del día a día, cuando lidiamos con las decepciones, con las cosas que no se resuelven. Cuando miramos a nuestro lado y las cosas no están caminando como nosotros, muchas veces queríamos que estuviera.
La vida nos fatiga porque estamos siempre corriendo y parece que nunca legamos. La vida nos fatiga porque nosotros fácilmente nos decepcionamos, nos dañamos, nos entristecemos. La vida nos fatiga porque parece que las cosas no ocurren de la forma que queremos. La vida nos fatiga porque paree que somos insaciables, no estamos satisfechos con nada, parece que nada es bueno.
El descanso es el rehacer, es el recrear; el descanso es ser siempre renovado por Dios
La vida nos fatiga porque nos esforzamos, nosotros incluso corremos, pero nos cansamos de la lucha, nos cansamos de la mirada; y paree que las cosas están siempre de la misma forma, cuando no peores. Y así vamos experimentando la fatiga del día a día.
Vivir es fatigar, es luchas; vivir es correr atrás, es cumplir nuestras obligaciones y responsabilidades. Vivir es saber convivir con personas diferentes, con temperamentos, muchas veces, desequilibrados, con el nuestro. Vivir es saber lidiar con el nuestro propio interior que, a veces, esta descompensado, esta cansado. Vivir es relacionarse con todas las situaciones que la vida nos impone, por eso, nos encontramos muchas veces así: cansados sobre el peso de nuestros fardos, y todo que nosotros necesitamos es de descanso.
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La palabra “descanso” es tan sagrada para Dios que Él, mismo en la narrativa más bella de la creación de todas las cosas, parece que se fatigo, porque, en el séptimo día, descanso y hizo del descanso un reposo sagrado, lugar de vigorarse, de rehacerse. Más que un día de descanso, nosotros, muchas veces, no sabemos lo que es descansar, porque descansar es, en la verdad, vigorarse, es sernos recriados y rehechos.
Cuando seguimos siendo la misma persona, cuando seguimos a tener las mismas actitudes, cuando tratamos las cosas con la misma grosería de siempre, es señal de que no estamos descansados porque no estamos rehechos. Cuando no rehacemos nuestras propias actitudes, cuando no repensamos nuestros propios caminos, pero todo camina de la misma forma, es porque el hombre no esta siendo rehecho, el camino no esta siendo reconstruida.
El descanso es el rehacerse, es el recriar; el descanso es ser siempre renovado por Dios, y es por eso que Él esta diciendo: “Vengan a mí, y yo los aliviaré”. Él nos va rehacer, nos va dar siempre Su yugo. Es en el lugar de Dios que nos rehacemos y nos remodela es en Su corazón, en su mansedumbre y en la humildad, porque solo en la mansedumbre y humildad es que nosotros refrenamos los impulsos descontrolados del corazón, refrenamos los pensamientos y fantasías de la mente para en Dios rehacernos.
Ven todos nosotros al corazón de Jesús, para encontrarnos el descanso de las fatigas de la vida.
¡Dios te bendiga!