Juan es aquel que se emborracho del amor divino y él mismo se decía el discípulo amado, él nos trajo todo el amor de Dios presente en nuestro medio
“Porque la vida se dio a conocer, hemos visto la Vida eterna, hablamos de ella y se la anunciamos, aquella que estaba con el Padre y que se nos dio a conocer” (1Jn 1-2).
Tenemos la gracia de celebrar en el según día en la Octava de Navidad, la fiesta del apóstol San Juan Evangelista. Si ayer celebramos Esteban, el primer mártir, hoy celebramos Juan, el apóstol del amor y de la vida, el único apóstol que no fue mártir, por lo menos no derramando sangre, pero fue mártir testimoniando el amor de Dios en tu vida.
Juan es aquel que se emborracho del amor divino y él mismo se decía el discipulo amado, él nos trajo todo el amor de Dios presente en nuestro medio. Juan es aquel que anuncia que la vida de Dios se manifestó entre nosotros y para nosotros, y es esta vida que queremos contemplar.
Sabemos que hay vida y vidas, hay personas que viven de cualquier forma y, muchas veces, es una vida sin sentido y sin razón de ser. Muchas veces vemos la vida humana ser derrotada, oprimida, despreciada y tratada de cualquier forma. La vida es una dádiva, un don divino, un presente del Cielo, es vida que viene del corazón de Dios, el Señor de la vida.
Delante de muchas culturas ante la vida, que promueven la muerte, el Dios de la vida vino para rescatar nuestra vida, y por eso Él esta en nuestro medio para traer luz, sabor, dirección, para que tengamos vida en plenitud, para que nuestra existencia no sea simplemente: “Yo estoy aquí”, pero sea “Yo vivo por la vida que el Hijo de Dios trajo a mí; vida digna, sagrada y bendecida”. Cuantas veces es necesaria multiplicar la palabra “vida”, que podemos decirla con todo amor de nuestro corazón para vivir la vida digna que Dios nos trajo.
Miremos para Jesús, para su historia y existencia, dejemos que Él mismo ilumine nuestro vivir, dejemos que Él conduzca, restaure, de dirección y sentido para todo aquello que realizamos. Celebramos la vida de Jesús, porque ella glorifica, diviniza y salva la vida de todos nosotros.
¡Dios te bendiga!
