27 May 2022

Encare el sufrimiento como la esperanza de formarse a Cristo

“La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo. También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar” (Jn 16, 21-22).

Mis hermanos y mis hermanas, estamos dentro de un contexto de la preparación de la Ascención del Señor. Jesús esta en Sus discursos, poco a poco, preparando el corazón de Sus discípulos para una nueva forma de esperanza.

El Evangelio de hoy presenta este ejemplo de la mujer que, cuando va dar la luz, esta angustiada por los dolores del parto. Miren, el movimiento que viene a ser constante en nuestra vida. Desde nuestra concepción, pasamos por el proceso de convertirnos alguien. Desde que fuimos concebidos en el vientre de nuestra madre, estamos con la vida en ese movimiento de convertir lo que fuimos destinados a ser.

Entonces, ese movimiento natural hace parte de la vida, ese movimiento angustiante. La palabra “angustia” viene de “angere” (en latim), que quiere decir “comprimir, apretar”; es la vida que nos aprieta, es la vida que nos mueve al crecimiento, es la vida que nos lleva hacía adelante, muchas veces para el crecimiento, un crecimiento necesario que pasa por etapas, muchas veces, bastante angustiantes.

La angustia del parto es la angustia del sufrimiento, es la angustia de enfrentar la vida, de enfrentar las dificultades, es la angustia de enfrentar las necesidades que nosotros tenemos que alejarnos de algunas situaciones, de madurar, de crecer, de desapegar de muchas cosas.

El sufrimiento necesita ser encarado con la esperanza de lograr alguna cosa

Esta angustia que es comparada aquí en el Evangelio (la angustia del parto), en el cristianismo se llama “santificación”, eso se llama “proceso de santidad”. Porque ser santo es justamente ser quien nosotros somos: hijos de Dios. Tenemos esta vocación, tenemos esta meta, necesitamos llegar a esta altura: la santidad.

La santidad para el cristiano son estos dolores del parto, porque, todos los días, necesitamos convertirnos, todos los días necesitamos pasar por el proceso doloroso de la conversión, por eso que ese proceso de asemejarnos a Cristo es así para nosotros. Es la lucha, es el esfuerzo, exige de nosotros madurez, exige de nosotros crecimiento.

El sufrimiento, en este aspecto aquí, no puede ser visto en sí mismo, porque el sufrimiento en sí mismo no fue querido por Dios. Pero el sufrimientos necesita ser visto de alguna cosa, el sufrimiento necesita ser encarado con la esperanza de lograr alguna cosa, la esperanza de ser mejor, la esperanza de formarnos cada vez más a Cristo. Aquí sí, el sufrimiento tiene su lugar, de la misma forma que el sufrimiento de la mujer, allí, en el momento del parto, es del nacimiento de un hombre, es del nacimiento de un niño, una vida que va ser puesta en este mundo.

Por eso llegará el tiempo en que la memoria del dolor que nosotros pasamos va ser aliviada, porque tocaremos en una alegría indescriptible, una alegría grandiosa que va llenar todo nuestro corazón, y nosotros ni vamos recordarnos de los sufrimientos que nosotros pasamos.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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