23 Jun 2022

Estés en las expectativas que Dios espera de ti

“Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan».” (Lucas 1, 57-60).

Mis hermanos, en ese año, nosotros celebramos, hoy, día 23, la Natividad de Juan Bautista, porque mañana va ser la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Entonces, hoy, estamos delante de este gran santo en la vida de nuestra Iglesia. El único que se celebra, sea el nacimiento en esta Tierra, sea el nacimiento para Dios, para ver la importancia de San Juan Bautista en el contexto de la Iglesia, en el contexto del Reino de Dios.

Juan Bautista – hablemos así – sería el diferente, porque ya comenzó apartir de su nombre, él debería recibir el nombre del padre, y no, el nombre de él sería Juan, para contrarias toda aquella secuencia del bautismos en relación a los nombres de la familia. Él sería el diferente, ya sería aquel contradictoria en la vida de la familia.

Pero, muchas veces, nosotros necesitamos sobre esta realidad: como que, a veces, es malo nosotros tener que encajarnos en la expectativa de los demás, porque todos de la familia ya estaban en la expectativa que el nombre fuera el nombre de su padre. Es muy malo cuando nosotros necesitamos vivir nuestra vida intentando constantemente encajarnos en la expectativa que los otros hacen de nosotros. ¡No podemos vivir así! La única expectativa que tiene que pesar sobre nosotros es aquella del Alto, es la expectativa de Dios, son los sueños de Dios, son los proyectos de Dios sobre nosotros. Esta sí debe pesar sobre nosotros, y nosotros necesitamos adecuarnos a ella constantemente en nuestra vida, pero las expectativas de Dios sobre nosotros y no de las personas.

La única expectativa que tiene que pesar sobre nosotros es aquella del Alto, es la expectativa de Dios

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Bueno, cuando nosotros vemos la historia de Juan bautista, la gracia para él fue haber nacido en una familia que sabia obedecer a Dios, y puso justamente Juan Bautista dentro de esta dinámica de la voluntad de Dios, en una familia que colaboro para que él realizase su propia profecía, su vocación.

Juan tuvo una familia que lo ayudo a ser quien realmente él era. La madre: llena del Espíritu Santo; cuando recibió la visita de la Virgen María, quedo llena del Espíritu Santo, y el niño saltó en su vientre. Juan Bautista: ya era muy agitado desde el vientre de la madre y, después, vivió todo eso en su vida. El padre, Zacarias, que se dejo doblar por la acción de Dios, inicialmente él tuvo un poco de dificultad, pero, después, se djo doblar por la acción de Dios.

Mira la familia que Juan bautista tuvo, mira el padre y la madre que él tuvo. Como yo dije: “Muy agitado” ya desde el vientre de la madre, después, él sería instrumento para agitar muchos corazones, incluso del rey Herodes. Agito el corazón de aquel hombre cuando tuvo que decir para él una verdad muy dura: “Tu estas en adulterio. Tu necesita dejar esta vida”.

Juan Bautista fue un gran profeta, fue un gran evangelizador. Sin grandes discursos, porque no se tiene mucho sobre la predicación de Juan Bautista, pero con la propia vida. Llevo una vida austera – extraña un poco, a los ojos del mundo, porque dijo que él comía langosta, se alimentaba de miel silvestre, hacía ayunos rigurosos, era un hombre que se vestía con ropa de piel de animales. Entonces, para el mundo, podría sonar un poco extraño, pero un hombre de profunda comunión con Dios, un extraño más un conocido en el Cielo.

Muchas veces, nosotros vamos vivir nuestra vida así, personas extrañas que adhieren a Jesús Cristo, que quieren vivir una radicalidad del Evangelio, que quieren hablar de santidad, que quieren vivir la santidad. Extraños para el mundo, pero conocidos en el Cielo. ¡Vale la pena! ¡Que San Juan Bautista nos ayude!

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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