“En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet” (Lucas 1, 39-47).
Apresuradamente, ella quiere visitarte
Mis hermanos y mis hermanas, hoy es 12 de diciembre, celebramos con la Iglesia de América, a la Virgen de Guadalupe, patrona de América Latina, de modo particular, e intercede por nuestras realidades, por las causas de nuestro continente.
María partió apresuradamente, dice el texto. Esta afirmación contenida en el Evangelio de hoy, que acabamos de escuchar, resuena por los siglos a lo largo del mundo y de las culturas.
María, a lo largo de estos dos mil años de cristianismo, ha recorrido, con el permiso divino, apresuradamente, innumerables países, pueblos, culturas y razas. Nuestro continente americano no quedó fuera de esta premura de María, de este celo de María en relación a los cristianos.
¿Cómo ama la madre de Jesús a los discípulos del Señor, a los discípulos de su hijo?
Fue un sábado del año 1531, en un poblado llamado “Tepeyac”, que la Virgen se aparece a un indio, Juan Diego, que inclusive fue canonizado por San Juan Pablo II en el año 2002.
Era un indio recién convertido que se dirigía a la misa. Nuestra Señora hizo de él su embajador ante el obispo de aquel lugar para que se construyera, en lo alto de un monte, un santuario dedicado a ella.
A María le gustan las alturas, las apariciones en los montes… Y la lectura de hoy dice que ella partió para una región montañosa, dirigiéndose apresuradamente para visitar a Isabel.
Los montes en la Sagrada Escritura reflejan aquel lugar, donde nosotros hablamos con Dios. María constantemente está en diálogo con Dios, en comunión íntima con Él.
Bueno, como una señal divina de este diálogo entre el indio y el obispo… Y, ante el obispo, en el manto del indio estaba estampada la imagen de la Virgen María de forma milagrosa.
Y aún escuchamos por ahí que no se debe predicar el Evangelio a los indios, porque eso hiere su cultura.
Nuestra Señora no quiso saber mucho si era indio, si era un obispo, si era una ciudad, si era México, si era América Latina… Ella vino apresuradamente en socorro de la fe que estaba escasa, de la pérdida del temor de Dios que aquel país vivía, de la necesidad de conversión de aquellas personas.
Y ella manifestó la grandeza del poder de Dios y demostró que no abandona a los discípulos de Jesús en la caminata.
Que la Virgen María ruegue por todos nosotros, por nuestra conversión personal.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
