21 Jan 2020

Miremos el otro con la mirada de la gracia de Dios

“Olvídate de su apariencia y de su gran altura, lo he descartado. Porque Dios no ve las cosas como los hombres: el hombre se fija en las apariencias pero Dios ve el corazón” (1Sm 16,7)

Samuel fue, por encima de todo, enviado para ver aquel que va suceder a Saul en el gobierno de Israel. Y él va a casa de Jessé para ver cual de los hijos de él podría suceder a Saul en el gobierno de Israel. Samuel vio Eliabe y, luego que vio a Él, dijo: “Es este el ungido del Señor, el primer que se presento, de buena apariencia, formidable (…), pero Dios dijo: No, Samuel, no mire para la apariencia ni para su gran estatura”. Y, así vino un hijo después del otro, y no era aquel el criterio que Samuel debería tener en el corazón.

Necesito decir a ti: también es necesario purificarnos de estos criterios humanos, mundanos que, muchas veces, toman cuenta de nuestra vida y de nuestro corazón. Es necesario decir que mucha gente casa equivocado, se enamora equivocado, elige mal; no es porque Dios envió, y sí porque siguió los criterios humanos. Nosotros seguimos eligiendo los criterios puramente humanos para lo que nosotros hacemos y realizamos, en las amistades que tenemos, en las personas que ponemos delante de eso o aquello, a quien confiamos nuestro corazón porque nuestros ojos se dejan engañar.

Es necesario salir de aquello que es aparente, de aquello que aparenta se bueno

Cuando no estamos en la gracia de Dios dejamos guiarnos por la bella voz, por los ojos que nos llaman la atención, por la forma del otro actuar. No es para juzgar y decir: “¡Cuidado! Esta nos engañando”; pero es necesario tener un criterio más divino.

Es necesario salir de lo que es aparente, es decir, de aquello que aparenta ser bueno, incluso porque, todos nosotros vivimos en un “mundo de maquillaje”. Somos todos maquillar en lo que hacemos, entonces, nuestra esencia, muchas veces, queda oculta; pero es allí que Dios mira y esta.

Samuel necesito ser purificado para ver en aquel pequeño que cuidaba del rebaño que, segundo criterios humanos, no tendría ningún valor (…), aquel pequeño David, era sobre él que venia la elección y la unción de Dios.

Es en aquel que esta oculto y, muchas veces, nosotros no damos importancia ni valor; no conseguimos mirar ni ver con criterios humanos, allí se establece la gracia de Dios. Por eso, que la Palabra de Dios nos conceda, hoy, la gracia de sernos purificados en nuestros criterios y visiones, para que salimos de las ilusiones y miremos las personas no con la mirada humana ni mundano, y sí con la mirada de la gracia de Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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