11 Mar 2020

Donemos nuestra vida en favor de los hermanos

“Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que de ustedes quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos. Hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20, 26-28).

Miramos para Jesús, el siervo servidor, Aquel que, de hecho, sirve a todos. Él no vino a nuestro medio para ser cortejado y elevado, pero Él se pone a los pies de los hombre, Él sirve toda la humanidad: pobres, enfermos, sufridores y pecadores. Tamaño es el amor de nuestro Dios por nosotros.

Cuando Jesús, en la última Cena, lava los pies de Sus discípulos, Él sintetiza lo que hizo en toda su vida: él servio a todos. Y quien quiso seguir a Él necesita aprender la escuela del servicio, necesita entrar en la escuela de la caridad. La escuela que nos enseña a ponernos a los pies uno de los otros, no quiere ser el mayor, el gran, no quiere convertirse el más importante, no quiere elevarse, no quiere títulos, no buscar reconocimientos, pero ponerse en el último lugar de aquel que sirve sin esperar nada en cambio.

Vivimos en una sociedad donde todo que se hace tiene un interés, incluso las personas cuando van servir a los demás, están sirviendo por interés, para recibir algo en cambio, para tener reconocimiento, para ser valorizado, para buscar las honras humanas.

El servidor del Evangelio hace todo por amor, su recompensa y motivación es el amor; su impulso es el amor divino en su corazón. Él aparece para servir y desaparece cuando es para ser reconocido. Él aparece para ponerse a disposición y desaparece para el momento de las honrarías.

Dar la vida es donar el esfuerzo, es donar el mejor de sí, es donarse por entero para que el otro sea cuidado, amado y valorizado.

El siervo servidor, a ejemplo de Jesús, nuestro Maestro y Señor, es aquel que no busca el primer lugar, es aquel que no busca los aplausos humanos, es aquel que no busca simplemente llevar ventajas sobre los demás. La única ventaja para él es poder donarse más, servir, más, estar al servicio de los demás. Esta es la gracia, es el sentido y la razón de ser de aquel que se hace discípulo seguidor de Nuestro Señor Jesucristo.

Dar la vida es más que estar presente, vivo en algún lugar; dar la vida es donar el esfuerzo, es donar lo mejor de sí, es donar la propio honor y donarse por entero para que el otro sea cuidado, amado, valorizado y tenga vida.

¡Jesús dio la vida por nosotros! Aprendamos con Él a dar, donar y entregar nuestra vida en favor de los hermanos.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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