El Señor nos enseña que necesitamos ser guiados por su amor
“Mira que te he ofrecido en este día el bien y la vida, por una parte, y por la otra, el mal y la muerte. Lo que hoy te mando es que tú ames a Yavé, tu Dios, y sigas sus caminos. Observa sus preceptos, sus normas y sus mandamientos, y vivirás y te multiplicarás, y Yavé te dará su bendición en la tierra que vas a poseer. Pero, si tu corazón se desvía y no escuchas, sino que te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses para servirlos, yo declaro hoy que perecerás sin remedio. No durarás largo tiempo en el país que vas a ocupar al otro lado del Jordán. Que los cielos y la tierra escuchen y recuerden lo que acabo de decir; te puse delante la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia. Ama a Yavé, escucha su voz, uniéndote a él, para que vivas y se prolonguen tus días, mientras habites en la tierra que Yavé juró dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob.” (Dt 30, 15-20).
La verdad es una solo: para vivir el camino de la vida y no el camino de la muerte, es necesario caminar en la obediencia: a los mandamientos, a las leyes y los decretos del Señor, nuestro Dios.
Cuantas veces nos preguntamos, para que mandamientos, leyes y decretos, si solo existen muerte y mal en el mundo, si el mundo no vive ni las órdenes naturales del respeto al prójimo, del respeto a la naturaleza.
¿Quien es que no sabe que el rió no debe ser contaminado? Pero contaminan, sucia y lo estropean. ¿Y las leyes de transito? No tendríamos una muerte si quiere, o el mínimo de muertes, si las leyes de transito fueran obedecidas.
La gracia de Dios es plena en nosotros cuando los mandamientos, las leyes del Señor, de nuestro Dios, pero, por favor, como hombres y mujeres de Dios nosotros no podemos tener una hipocresía religiosa. Decir: “yo soy religioso; voy a misa todo domingo; hago ayuno; observo la Cuaresma”. Además, yo no obedezco a las cosas minimas de la vida, a comenzar por las leyes de transito y de las más simples y correctas que necesitan ser obedecidas, pero, el principio fundamental es tener un corazón pegado en la ley del Señor, nuestro Dios.
Debemos tener el corazón preso al Señor, nuestro Dios, y escucharlo, amarlo y adorarlo. Nuestro corazón, tantas veces, fue dejado llevarse por otros sentimientos que no son de Dios.
Nosotros somos absorbidos por impulsos, sentimientos, guerras y disputas, que están en el mundo y nos guían, conducen; y somos llevados “de un lado para otro”, llevados y direccionamientos. Es el momento de abandonar todo eso: salir de estas porquerías que estamos, como las redes sociales, mandando cosas “de un lado para el otro”, con posts de eso y de aquello. Es necesario centrar el foco en el amor que Dios tiene por nosotros.
Si queremos una vida renovada, transformada, sanada y bendecida, tengamos en Dios la dirección de nuestra vida. Coloquémonos en Dios de rodillas dobladas, delante de la presencia de Él, que es la bendición que nosotros necesitamos para vivir.
¡Dios te bendiga!