“Y mandó a la gente que se sentara en el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los entregó a los discípulos. Y los discípulos los daban a la gente” (Mt 14, 19)
El Maestro Jesús se llena de compasión de aquellas multitudes hambrientas y sedientas, pero Él sintió compasión porque vio aquellas multitudes dañadas, heridas y sedientas de amor de Dios. Él mismo dijo a Sus discípulos: “¡Dar vosotros mismo de comer!”
No podemos permitir que aquellos que se acercan de nosotros mueran por la hambre y por la sed, mueran por causa de las necesidades fundamentales de la vida humana. ¡Necesitamos ser alimento en la vida del otro!
Sabemos que hay alimentos que nos sanan, nos hacen bien. Y existen alimentos que, de forma engañosa, comemos y nos hacen mal. Necesitamos ser buenos alimentos para los nuestros hermanos y para muchos que están hambrientos y sedientos.
No podemos ser indiferentes, porque un discípulo de Jesús jamás es indiferentes al dolor y al sufrimiento que muchas personas están pasando. No podemos simplemente decir: “Mira, hacia adelante porque Dios te va dar de comer”. Somo nosotros que necesitamos dar de comer porque Dios no baja del Cielo para dar de comer a nadie.
La misión fundamental es llevar Jesús, el Pan de la vida, a los corazones
Lo que Dios nos da es la gracia de sernos el pan para la vida del mundo. Por eso, él esta nos enseñando a multiplicar; ¿porque quien es que multiplica? Es aquel que soma lo que tiene, coge lo que el otro tiene y va cuidar de aquellos que no tiene, y cuando hacemos esta soma y dividimos lo que tenemos con los demás, todos se multiplica.
En una sociedad egoísta como la nuestra, donde cada uno esta preocupado en tener para sí y tener cada vez más, es una escándalo ver comida estropeando, siendo tirada a la basura; ver niños que cogen el plato de comida, comen dos cucharas y, después, no quieren, y el padre no se importa. Es un escándalo ver la sociedad de desperdicio permitiendo que millones mueren de hambre.
Necesitamos cuidar de la hambre espiritual. ¡Y no reduzca la misión de la Iglesia solo la misión espiritual!La misión fundamental es llevar Jesús, el Pan de la Vida, a los corazones. El mismo Jesús que, después va ser el Pan, el Pan bendecido, su propio Cuerpo, es el mismo Jesús que esta cogiendo el pan ahora, bendiciendo, distribuyendo, dividiendo y multiplicando. Él esta nos enseñando que el banquete de la Eucaristía no ocurre solo cuando comulgamos Jesús para nosotros, pero cuando nos convertimos Jesús para los demás, multiplicando lo que tenemos, somos y dividiendo con los demás.
Necesitamos, en primer lugar, tener en nosotros los sentimientos de Jesús. Cuando somos movidos por la compasión que tenía el corazón del Maestro Jesús, sabemos dividir lo que es nuestro con nuestro hermano, nosotros nos preocupamos con quien no tiene, nos ocupamos con aquellos que nada tiene para dividir con ellos el pan de cada día.
¡Dios te bendiga!