“En aquel tiempo, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberíades. Una gran multitud lo seguía, porque veía las señales que él obraba en favor de los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Alzando Jesús los ojos, y viendo que una gran multitud venía hacia él, dijo a Felipe: “¿Dónde vamos a comprar pan para que estos coman?”. Decía esto para probarlo, pues él sabía bien lo que iba a hacer” (Juan 6,1-15).
Dios en primer lugar
Tiberíades es el lugar donde está Jesús en el Evangelio de hoy, cercano a la ciudad de Cafarnaúm, como recordarán, un lugar donde Jesús realizó diversas manifestaciones de milagros, curaciones, donde Jesús pronunció discursos. Y tenemos ese ambiente.
Es interesante que el texto diga que Jesús sube al monte: levanta los ojos a lo alto. ¿Pero no debería Jesús mirar a la multitud que estaba abajo? Es interesante este detalle, porque Jesús no es un asistencialista, lleno de proyectos humanitarios. Porque nadie es capaz de ver la necesidad del otro desde abajo. Es contemplando, antes que nada, a Dios y el rostro de Dios, que un corazón se mueve hacia alguien necesitado.
Entonces, el detalle del Evangelio nos hace percibir: Jesús levanta los ojos a lo alto, es al Padre a quien Jesús contempla.
La primera acción es mirar a Dios y desde Él sentir la necesidad de Su pueblo. Este pueblo tiene un dueño, pertenece a Dios. Si no se contempla al dueño del pueblo, podemos transformarlo en masa de maniobra e instrumentalizar a este pueblo en pro de nuestro interés personal.
Por eso es importantísimo contemplar en primer lugar a Dios y saber qué quiere Él ofrecer a su pueblo. El texto dice: levanta los ojos al Padre. Ahora sí, Jesús puede ver la necesidad y actuar ante algo que parecía imposible.
La pregunta es: ¿dónde vamos a comprar pan para tanta gente?
Responde el discípulo del Señor.
El texto deja claro que la pregunta es para poner a prueba la fe de los discípulos. Y no por una incapacidad de Jesús para realizar aquel milagro. Y cuando digo milagro aquí, es porque nosotros también somos esos discípulos que se maravillan ante ciertas cosas en nuestra vida, donde pensamos:
¿Qué voy a hacer ante este problema?
¿Qué voy a hacer ante esta situación?
Quizás ustedes, que me acompañan ahora, ya hayan dicho esto ante una prueba, una tribulación.
¿Qué voy a hacer ante esto que parece imposible?
Y realmente es así, siempre será desproporcionado lo que encontramos ante nuestros ojos, en comparación con el poder de Dios.
Aquello que ustedes enfrentan hoy es desproporcionado frente al poder de Dios y a Su gracia, que puede realizar incluso un milagro en su favor.
Existen cosas que, realmente, solo el milagro puede solucionar, y estamos ante ese Dios capaz de obrar este u otro milagro en favor de aquellos que confían en Él, que en Él esperan, que ponen toda su confianza en Él.
Aparten sus ojos de la situación, pónganlos en Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.