“Y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Marcos 10, 8-9).
Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español’:
Es interesante, hermanos míos, que este domingo, en el vigésimo séptimo domingo del tiempo ordinario, el Señor nos revele su plan de amor para el hombre y la mujer. Dios los creó para amarse, los llamó a caminar juntos, porque en el principio, allá en el Génesis, es del costado del hombre que Dios crea a la mujer. Entonces, por eso, hermanos míos, el desafío es construir esa unidad, construir esa comunión.
El amor transforma al hombre y al mundo
El mundo, hermanos míos, predica la competencia, la rivalidad, el desacuerdo. ¡Tantas realidades contrarias a aquello en lo que creemos! El proyecto de felicidad de Dios para el hombre y la mujer, sin embargo, está basado en la entrega total el uno del otro y en la comunión plena de sus vidas.
Miren la dureza del corazón del hombre, pidiendo cartas de divorcio, cuando él y la mujer no se entienden. Jesús dice: “Es por la dureza del corazón del hombre que Dios permitió a Moisés la carta de divorcio, pero en el principio, no era así”. Y por eso, hermanos míos, Jesús confronta la ley judía del divorcio y reafirma su proyecto ideal para el hombre y para la mujer. ¡Fueron llamados a formar una comunidad de amor!
¿Y cuál es la perfecta comunidad de amor que debemos reflejar en los tiempos modernos? La comunidad trinitaria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, donde no hay resquicios de división, ni desamor. Allí, hay una perfección, una comunión plena. Es así como necesitamos vivir. Porque, hermanos míos, para realizar esta comunidad de amor, es preciso vivir el amor en su totalidad. Este proyecto excluye todo aquello que es la negación del amor.
Es esto lo que Jesús nos enseña hoy: el egocentrismo, el dominio de uno sobre el otro, las actitudes y gestos que hieren la dignidad del prójimo, el uso egoísta del otro. En la visión de Dios, el amor verdadero no tiene plazo, sino la marca de la eternidad. Es para eso que debemos caminar, buscando nuestra perfecta satisfacción interior. Vivir el amor como Cristo amó a su Iglesia.
Entonces, hermanos y hermanas mías, este es el camino que debemos recorrer para estar en el centro de la voluntad de Dios.
Termino diciendo lo que el Papa Benedicto XVI, en su encíclica Deus Caritas Est, Dios es Amor, afirma: “Sólo el amor puede transformar al hombre, sólo el amor puede transformar al mundo”.
Hermanos míos, si queremos caminar en la voluntad de Dios, tendremos que vivir el amor en su totalidad y en su entereza. Así, haremos la voluntad de Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!