“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo” (Lc 1, 39-41).

Mis hermanos y mis hermanas, celebramos, hoy, con toda la Iglesia, la Visitación de Neustra Señora. Ese tema en la vida de la Virgen maría, esta fiesta nos hace una convocación, es la fiesta para que yo y tu salgamos de nosotros mismos, es una fiesta justamente de partida; de partida de dentro de nosotros para ponernos en la voluntad de Dios.

Es una fiesta que nos desinstala porque nos recuerda de ese momento de la vida de la Virgen María, donde Ella recibe el anuncio del Angel e, inmediatamente, se pone a servicio. Necesitamos también ser así, poner el don que nosotros recibimos en acto, practicar, en verdad, aquello que nosotros recibimos de Dios.

María no se acomoda, pero Ella comienza a adecuarse en lo que ha recibido. Ella acabo de recibir el anuncio del Angel de que sera la Madre del Salvador; y María comienza a ajustar su vida a este evento, a este hecho. Eso también habla mucho a cada uno de nosotros.

Muchas veces, recibimos los dones de Dios y los enterramos. Muchas veces, los talentos que Dios nos dio están enterrados dento de nosotros, enterrados dentro de casa, enterrados dentro de nuestro corazón y no actuamos con el don que recibimos de Dios.

María se pone dentro de la acción de Dios, María no se ve paralela a la acción de Dios, pero Ella se ve en la acción conjunta con Dios. Cuando canta las alabanzas de Dios en la Magnificat, Ella asume aquello para su vida. Porque, en realidad, María hace un compendio de la historia de la salvación. Cuando Ella habla y recita el Magnificat, en realidad, Ella esta se poniendo dentro de todos los efectos de Dios en la historia de la humanidad, en la historia de la salvación.

Muchas veces, los talentos que Dios nos ha dado están enterrados dentro de nosotros, enterrados dentro de casa

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Por eso, ahora la vida de María y el proyecto de María pertenecen a un proyecto mayor que aquel pueblo de Nazareth. El proyecto se convierte grande porque él fue puesto dentro de Dios, ese proyecto fue puesto dentro del proyecto de Dios que es mayor.

Nuestro corazón necesita expandir, necesita pasar por ese movimiento. A la medida del don que nosotros recibimos, el corazón necesita expandirse, porque, sino – como he hablado -, el cierre puede sofocar el don, la gracia que nosotros recibimos.

Tu puedes recibir un don maravilloso, un don extraordinario, si tu no dejas tu corazón expandirse para que ese don esté a servicio, a servicio de los hermanos, de nada vale ese don, de nada vale ese talento que Dios puso en tus manos.

El texto dice que María partió de prisa; el adverbio usado aquí es justamente el remedio contra aquel mal del siglo que vivimos hoy, el mal de la procrastinación, el mal de dejar para el día siguiente, dejar para después, ir siguiendo las cosas y nunca nos pone a servicio de Dios.

“María partió con prisa”, que ese sea el remedio para tu corazón, que ese sea el remedio para nuestro corazón, para ese espíritu de tortuga que, muchas veces, nos invade y no queremos servir a Dios, no queremos ponernos a servicio del Señor.

Hoy, es el día favorable para sernos visitados por Dios y para también visitarnos alguien que fue puesto en nuestro camino hoy, para que llevemos la esperanza y la alegría de Dios para esta persona. Fue eso que la Virgen María hizo con su prima Santa Isabel.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!