“Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí” (Jn 15, 26).
Que gracia lo que Jesús esta nos prometiendo, y promesa de Dios es promesa de Dios. Jesús esta diciendo que enviara el Defensor, es otro nombre en el cual se evidencia la acción del Espíritu de Dios en nosotros.
El Espíritu Santo es Abogado, Paráclito, Intercesor, y Él es el Defensor. Sabemos que el Defensor es aquel que nos defiendo del mal, del mundo y del maligno. El Defensor es aquel que actúa en nuestro favor, es aquel que esta en nosotros, que defiende por nosotros junto del Padre, y no deja que el mal actúa sobre nosotros.
A veces, nos preguntamos como el salmista: “¿Quién ha de protegernos?”, “¿Quién nos va defender?”. Y Jesús esta nos diciendo que Él enviara de la parte del Padre el Defensor, el Espíritu de la Verdad que procede del Padre. Ese espíritu en nosotros da testimonio de Jesús; ese Espíritu, actuando en nosotros, nos pone en la comunión con Jesús. Él no solo da testigo a la acción de Cristo en nosotros, como nos lleva a testimoniar Jesús en el mundo.
El Espíritu de Dios es aquel que nos deja tranquilos, que nos pone en la presencia silenciosa y amorosa de Dios
Muchas veces, nos encontramos perdidos, sin saber lo que hacer, sin saber como proclamar el nombre de Dios en casa y en la familia; muchas veces, nos sentimos sin creatividad y motivación para la acción.
Nos pongamos bajo el dominio del Espíritu, nos pongamos bajo los cuidados de Él. Dejémonos ser guiados por el Espíritu que Jesús nos dio.
Muchas veces, nos encontramos en defensiva, buscando defendernos de aquello que los demás están diciendo contra nosotros, buscando defendernos delante de nuestras debilidades. Quedamos, dentro de la cabeza, argumentando, actuando con nosotros mismo, con voluntad de decir varias cosas para las personas. Estamos gastando energía cerebral y emocional; estamos desgastando, mental y emocionalmente hablando, cuando, en realidad, todo lo que necesitamos es estar en el Espíritu.
No nos dejemos mover por el espíritu mundano que busca revanchismo, el combate de unos contra los otros. Ese espíritu es mundano, y no es el Espíritu de Dios.
El Espíritu de Dios es aquel que nos deja tranquilos, que nos pone en la presencia silenciosa y amorosa de Dios. El Espíritu de Dios es aquel que nos defiende, nos defiende y nos guía.
¡Dejémonos guiar por el Espíritu prometido por Jesús!
¡Dios te bendiga!
