“Y dijo a sus servidores: Éste es Juan Bautista; Juan ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él poderes milagrosos. En efecto, Herodes había ordenado detener a Juan, lo había hecho encadenar y encerrar en la cárcel a causa de Herodías, esposa de su hermano Filipo.” (Mateo 14,2-3).
Mis hermanos, aquí, en el episodio que nosotros escuchamos en el Evangelio, hay un cuestionamiento por parte de Herodes sobre Jesús: “Pero, ¿quién es ese Jesús que realiza milagros, que enseña el pueblo? ¿Quién es ese, si ya he mandado matar Juan Bautista? ¿Será que Juan bautista entonces resucito? ¿Será que Juan Bautista resucito y ahora esta en Jesús?”. Y después, entonces, nosotros tenemos el relato de la muerte de Juan Bautista.
Herodes perseguía, desgraciadamente, aquellos que eran contra su reino o que eran contra las actitudes que él tenía. Herodes estaba en adulterio, él había tomado como esposa la esposa de su hermano. Y Juan bautista denuncio eso: “No he permitido quedar con la mujer de tu hermano”, y por cuenta de eso, sin embargo a Herodes le gustaba las palabras de Juan bautista, él no ha adherido las palabras de Juan Bautista.
Esta aquí, mis hermanos, una enseñanza y algo para reflexionar ¿Será que a nosotros: también nos gusta la Palabra de Dios, pero no adherimos la palabra de Dios? ¿Será que existe un abismo también entre cree, profesar y dar los pasos para vivir aquella Palabra?
Que el Señor nos ayude a querer de la Palabra, a amar Jesús, pero amar también Sus enseñanzas
Herodes vivia en ese abismo: el abismo de escuchar, de querer, pero de no practicar la Palabra de Dios. Y Juan Bautista, entonces, fue muerto, fue martirizado por causa de la verdad.
Mis hermanos, vamos hoy, en este día, pedir esta gracia a Nuestro Señor de no sernos como Herodes, de tener ese abismo de simplemente querer la Palabra, pero de no adherir a la Palabra.
Que el Señor nos ayude a querer de la Palabra, amar Jesús, pero amar también Sus enseñanzas y practicar Sus enseñanzas. En verdad, no fue Juan Bautista que perdió la cabeza, fue Herodes que perdió la cabeza por dejarse llevar por sus propias ideas.
Cuando nosotros nos dejamos llevar por nuestras propias ideas ¡Sí!, nosotros nos perdemos, nosotros nos perderemos, pero si nosotros nos dejarnos llevar por la Palabra de Dios, por las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, nosotros no ganare,ps solo nuestra cabeza, pero ganaremos nuestra alma para el Cielo.
Que nuestra cabeza esté en Jesús, que nuestra vida esté en Jesús. No percamos por ninguna fantasía de este mundo, por ningún placer de este mundo, pero ganemos nuestro cuerpo y nuestra alma en nuestra adhesión completa a Jesús.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!