“Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer será condenado” (Mc 16, 15-16).
Hoy, la Iglesia celebra la conversión de San Pablo. La palabra “conversión” viene del griego “metanoia”, un cambio de mentalidad, es decir, ir más allá de la propia idea de sí mismo, de los demás e incluso de Dios, ir más allá. Eso no es eolo una cuestión de racionalidad, no es cambio de mentalidad en el sentido de ideas, es cuestión de todo ser, de la persona entera, todo su ser debe volverse para una nueva dirección. Es por eso que la conversión necesita partir de dentro. Por supuesto que existen obras exteriores de la conversión, por ejemplo: el abandono de un vicio, de un comportamiento, de una actitud, de un estilo de vida.
Cuando nosotros adherimos a Cristo, nosotros dejamos muchas cosas, muchas cosas exteriores, pero ellas necesitan venir de un movimiento interior, algo necesita ocurrir en el corazón, dentro. Nosotros dejamos alguna cosa porque nosotros encontramos el amor de Cristo en nuestra vida. Fue así que ocurrió con San Pablo, Saulo, como era llamado. Él era como muchos que tenían ojos para ver, pero no veían; oídos para escuchar, pero no escuchan. Él confiaba en sí mismo, en su justicia, era ciego, y la única cosa que él conseguía producir era muerte y persecución contra los cristianos. Tanto que, en el momento de su encuentro con Cristo, él estaba haciendo más un acto de crueldad contra los cristianos.
Mismo que sea para un solo corazón, pero que tu anuncie el Evangelio para esta persona, y el Evangelio transforme la vida de ella
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A veces, Cristo llega así en nuestra vida, en el momento en que nosotros estamos sumergidos en el más profundo de nuestros errores, de nuestros pecados. Tal vez esta Palabra de hoy esté llegando hasta tu corazón en una realidad así, en el momento en que te encuentras en el suelo, en la verguenza de un pecado que has cometido, en el arrepentimiento amargo de haber hecho alguna cosa …. ¡Cristo llega en ese momento! Yo diría: ¡Cristo llego en tu vida, Cristo te encontró hoy!
Lo que Jesús no había conseguido durante su vida en la Tierra – yo estaba pensando: el joven rico que no aceptó la propuesta de Jesús; Simon, el fariseo; los jefes del pueblo que no aceptaran la propuesta de Jesús -, lo que Jesús no consiguió con estas personas, Él consiguió, después de Su Resurrección, en la vida de Pablo. ¡Jesús consiguió guiar Pablo a la verdadera fe, Él consiguió bautizarlo en la verdad; y mira que Jesús hizo con que Pablo pase de perseguidor para apóstol de Su Iglesia! Fue, en la verdad, un bautismo en el Espíritu que Pablo vivió, una pasaje de la Ley para la gracia, de la presunción, de la autojustificación para la libertad del amor.
Por eso el imperativo que nosotros leemos en el inicio del Evangelio de hoy: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación”. Las personas necesitan conocer el amor de Cristo, ellas necesitan saber cuanto ellas son amadas, ellas necesitan ser libertas de sus prisiones, de sus pecados. Hay mucha gente necesitando conocer Dios, tocar en el amor de Él. Por eso el mandato de Cristo, que Él hace por medio de Su Iglesia, es evangelizar los corazones.
Tal vez tu mundo sea muy pequeño, sea una aldea, una vila, una ciudad, un barrio, una casa, una familia, una persona. No importa la extensión de esta evangelización, importa que tu lleves Cristo, mismo que sea para un solo corazón, pero que tu anuncies el Evangelio para esta persona y el Evangelio transforme la vida de ella como transformo la vida de Pablo, como transformo mi vida y tu vida.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!