“Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Ustedes tienen que renacer de lo alto». El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu»” (Jn 3, 5-8).

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El Evangelio de hoy nos presenta el dialogo entre Jesús y Nicodemos. El evangelista Juan, nos habla que Nicodemos era un judio influyente en aquel tiempo, y esta posición social tal vez explique él porque él busco el Señor durante la noche. Porque Nicodemos no quería ser visto por los compañeros de él con Jesús.

Y Jesús habla a Nicodemos de un nuevo nacimiento, que es una condición para entrar en Su Reino. Para entrar en el Reino de Jesús es necesario nacer del agua y del Espíritu, no es una nacimiento como nosotros comprendemos, una nacer como nosotros comprendemos: nacer de la carne; pero es un nacer para la vida espiritual, un nacer para las cosas del Alto. Y por la gracia del sacramento del bautismo, nacemos para la vida en Dios, nacemos para el Alto.

El agua, que es materia fundamental del sacramento del bautismo, es señal de este nacimiento, de este nuevo nacimiento, nacimiento para el Alto, que nos permite entrar en el Reino de Dios, es una generación en el Espíritu, somos generados en el Espíritu.

Como seria distinto si todos nosotros nos dejásemos ser guiados por el Espírito Santo

Esta pasaje por medio del agua para la tierra prometida, de una creación reconciliada con el amor de Dios, es una nacimiento del Alto, con la gracia de Dios. No es un nacer fisicamente otra vez, pero es nacer para el Alto.

El viento, que tambien es una señal de la gracia del Espíritu, es este impulso de la gracia de Dios que nos mueve a vivir esta vida nueva. No vemos el viento, no sabemos de donde él viene, pero podemos sentir sus efectos. Así es la acción del Espíritu Santo, ese misterio del cual no sabemos explicar, en su totalidad, pero podemos sentir sus efectos.

Muchos tiene concepción errônea de que el Espíritu actua solo en algunos momentos y nos olvidamos que estamos rodeados por la acción del Espíritu santo, estamos en un contínuo acción del Espíritu de Dios en nosotros. Pues él no solo vive en nosotros por el soplo del bautismo, como también nos mueve. Es él que nos mueve para la misión, es él que nos involucra y guía nuestra vida. Donde sea que estamos, que seamos guiados por el Espíritu Santo.

Y como sería distinto si todos nosotros dejásemos ser guiados por el Espíritu Santo, sernos guiados por ese soplo, sernos movidos por ese soplo. Como un barco la vela, que es movido por el soplo del Espíritu, nosotros también podemos así ser guiados por Dios.

Dejemos la gracia de Dios guiarnos, dejemos el Espíritu Santo guiarnos. Viviendo ese renacimiento para las cosas del Alto, el renacimiento para las cosas de Dios, y así sernos movidos por Su gracia.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!