La ofrenda de la viuda pobre
“En aquel tiempo, Jesús alzó los ojos y vio a personas ricas depositando ofrendas en el tesoro del templo. Vio también a una pobre viuda que depositó dos pequeñas monedas. Ante esto, él dijo: “En verdad, os digo que esta pobre viuda ofrendó más que todos. Todos ellos depositaron como ofrenda lo que les sobraba. Pero la viuda, en su pobreza, ofrendó todo cuanto tenía para vivir” (Lucas 21,1-4).
El valor de la ofrenda
Mis hermanos y mis hermanas, las viudas son el grupo que tuvo mucha atención en los relatos bíblicos. Una de ellas es alabada por su persistencia para que un juez le hiciera justicia. Otra fue acogida con mucho amor con motivo de la pérdida de su hijo, aquella viuda de Naím. Otra es elogiada por su vida de oración en el templo. Otra más fue reconocida en su generosidad para con el profeta Elías.
En el relato de hoy, vemos a otra viuda que va al llamado tesoro del templo a hacer su ofrenda votiva.
Cabe recordar que, en una parte del templo, estaban fijadas trompetas donde las personas depositaban sus ofrendas, llamado en griego gazophilakion, es decir, un recipiente para las finanzas.
Estaban hechos de un metal que, en contacto con las monedas, producía un ruido que llamaba la atención. Entonces, cuantas más monedas, más ruido, más llamaba la atención. Sin embargo, lo que llamó la atención de la mirada de Jesús no fueron las grandes donaciones, sino aquella mísera cantidad dejada por la viuda.
Desapego material y la lección de Jesús
El texto dice que eran dos leptas, es decir, dos moneditas, centavitos, como decimos en nuestro idioma.
Seguramente, Jesús aprendió de aquella escena una lección sobre el desapego a los bienes materiales, el desprendimiento de las cosas de esta tierra.
Quien quiere seguir a Jesús no puede apegarse a nada ni a nadie, ni a nada que pese en su corazón.
Por eso Jesús, mirando el gesto de aquella mujer, extrae una lección importante para todos nosotros.
Para Dios, no debemos dar las sobras de lo que tenemos, sino lo mejor de nosotros. Son las cosas de Dios las que deben ser valoradas. Porque somos maestros en valorar las marcas de ropa, los lugares más importantes, las firmas. Somos capaces de gastar horrores en objetos y cosas. Pero cuando se trata de las cosas de Dios…
La generosidad del corazón
Nosotros somos, “tacaños”, mezquinos, porque no le damos a Dios lo que es más importante.
Que Jesús convierta nuestro corazón y también nuestros bolsillos, para que nosotros, un día, podamos entrar en posesión de los bienes celestiales.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!



