“Después de que Judas salió del cenáculo, dijo Jesús: ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre, y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y lo glorificará pronto” (Juan 13,31-33a.34-35).
Dios lo glorificará
Mis hermanos y mis hermanas, hoy es el quinto domingo de Pascua. Estamos viviendo este tiempo propicio para la reflexión sobre la resurrección de Jesús y la resurrección de Jesús en nuestra vida.
El texto dice: Ahora, ha sido glorificado el Hijo del Hombre.
Bueno, leyendo esto fuera de contexto, nos da a entender que se trata de una gloria espléndida, llena de alegría y con la coronación de Jesús, pero la gloria de la que habla el texto, de la que habla San Juan, es la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
De hecho, esta frase que leemos en el Evangelio viene justo después de la salida de Judas del cenáculo. El texto comenzó diciendo esto, es decir, tras la decisión de entregar a Jesús en manos de los hombres que lo matarían.
A veces, tomar una decisión puede comprometer nuestro futuro con Dios. Una decisión es importante y es exigente, por eso no hay gloria sin cruz, como tampoco hay cruz sin resurrección.
Estos tres misterios están unidos: Pasión, Muerte y Resurrección.
Así como Cristo tuvo que recorrer las etapas de su glorificación, nosotros también debemos asumir los diversos pasos que necesitamos dar rumbo a nuestra glorificación.
El punto clave es que Cristo se convirtió en modelo para cada uno de nosotros, para cada fiel.
No se trata de un modelo frío, distante e insensible.
Él está a nuestro lado, Él camina con nosotros, Él nos dirige, Él nos reconforta el corazón con su amor y siente compasión por nosotros, justamente en aquellos momentos en que debilitamos en la fe.
La comunidad cristiana entendió esto muy bien, tanto que los discípulos de Jesús se animaban unos a otros, diciendo: es necesario que pasemos por muchos sufrimientos para entrar en el reino de Dios, es decir, para ser glorificados con Cristo.
Es el mensaje, inclusive, de la primera lectura de este domingo.
El mensaje que recibimos hoy quiere transmitirnos el testamento dejado por las primeras comunidades que se apoyaron en Cristo y en Su amor, y fueron fieles al mandamiento de amar, incluso a los enemigos, por causa de una gloria infinitamente incomparable con este mundo.
Por eso pidamos al Señor la gracia de dar pasos hacia esa glorificación que pasa por el misterio del sufrimiento, pero que llega, un día, a la gloria de la resurrección.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!