“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mt 10, 34-11,1).

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Bueno, esta es una de las afirmaciones más emblemáticas de Jesús, que es esta afirmación: “No he venido a traer la paz, sino la espada”. ¿Cómo es eso? Podemos pensar: “¿El Príncipe de la Paz vino a traer la espada?”. Pienso que, como nunca, los cristianos viven en una profunda inercia, un conformismo, un letargo, una indiferencia ante todo lo que sucede en el mundo. Por eso la imagen de la espada es fuerte.

Jesús no vino a declarar una guerra santa, a coordinar decapitaciones, sino que la espada es un llamado a la batalla. Es para levantarnos del sofá, de nuestra cómoda vida y colocarnos activamente en la vida. Puede ser que las cosas estén sucediendo justo debajo de nuestras narices, bajo nuestro propio techo, muy cerca de nosotros. Por eso Jesús habla sobre las relaciones familiares. Cuántos hijos viven la drogadicción, la prostitución, justo debajo de las narices de sus padres.

La paz de Cristo molesta

Es necesario despertar, es necesario levantarse como un guerrero contra el mal que puede estar muy cerca de ti. La paz de Cristo siempre ha sido inquietante. Un padre necesita posicionarse sobre la conducta de su hijo, de su hija. Ir para la lucha, valiente guerrero. Vete a la lucha por tu padre. Vete a la lucha, valiente guerrera, madre. Quita a tus hijos del pecado. Se rebelarán, sin duda, pero podrás arrancarlos del mal y colocarlos en el Reino de Cristo.

Si tú, que eres madre, estás viendo a tu hijo maltratar, por ejemplo, a su esposa, siéndole infiel, no respetándola como debería, abre la boca y corrige a tu hijo o corrige a tu hija. No es porque tú, tal vez, hayas vivido la infelicidad en tu matrimonio que también tu hijo o tu hija deban pasar por el mismo calvario. Sean testimonio de Cristo.

Y es eso lo que dice el Evangelio. Cuando te posiciones, seguramente, aparecerán las contradicciones, pero es necesario hablar, salir de la inercia, vivir la vida como debe ser vivida. No tener miedo de enfrentar las situaciones, de confrontar determinados comportamientos, temiendo represalias, temiendo una cara de pocos amigos, un enfado o perder la reputación, tu nombre o algo por el estilo. Sino que, con valentía, demos testimonio del nombre de Jesús.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!