“Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados” (Lucas 17, 12-14).
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Hermanos y hermanas, ¡Dios bendiga a cada uno! Hoy, 13 de noviembre, vamos a escuchar, en el Evangelio, aquella cura que Jesús realiza en los leprosos. Así dice el texto. Entonces, en la secuencia de este Evangelio, ¿qué veremos? Que los diez serán curados, pero solo uno volverá para agradecer a Jesús por la cura. Y este que regresa es un extranjero, uno que era rechazado en medio de los otros diez que ya vivían el rechazo también – y viviendo el rechazo, también rechazaban.
Agradecer
Aquel que era el extranjero regresa para agradecer.
Entonces, Jesús nos enseña, primeramente aquí, los caminos de la gratitud que debemos mantener en nuestro corazón. Si, en el Evangelio de ayer, escuchamos que el bien es un deber, entonces hicimos el bien, porque ya deberíamos haberlo hecho; también la gratitud debería entrar en nuestra vida como un deber. Y, aquí, Jesús aún pone como ejemplo de quien hizo lo correcto, a aquel que era rechazado por todos en aquella cultura, que era el extranjero.
Entonces, ¿cuántas veces también nosotros nos sentimos como ese leproso, excluidos, rechazados, pero eso no debe impedir que, en nuestro corazón, tengamos el sentimiento de gratitud a Dios en primer lugar?
Señor, te estamos agradecidos, por la vida y por todas las curaciones y bendiciones que realizas en nosotros. Diez leprosos fueron curados por Jesús, pero solo uno regresó para agradecer. Que cada uno de nosotros sea, en verdad, ese leproso, porque también nosotros tenemos nuestras lepras. Que cada uno de nosotros sea ese leproso que regresó para agradecer a Dios por la cura.
Que identifiques, en tu vida, en este día, cuál es la lepra que te aleja de Dios en primer lugar, la lepra que te aleja de los hermanos también. Puedes usar la palabra pecado también, que te aleja de Dios y de los hermanos. Pide la cura a Dios en este día, que el Señor nos cure de nuestras lepras. Y curados, que tengamos la capacidad de volver a Él con el corazón agradecido.
El detalle, hermanos y hermanas, de este texto de hoy es que ellos, los leprosos, se detuvieron a distancia, afirma el texto: Se detuvieron a distancia y gritaron a Jesús. Se mantuvieron físicamente distantes del Señor a causa de la ley y las reglas en relación con la convivencia de los leprosos de aquel período, pero mantuvieron proximidad a través de la súplica. Entonces, nuestra oración nos acerca a Dios. Por medio de ella, tocamos el cielo también, así como los leprosos, que estaban lejano físicamente, pero cerca de corazón, de alma, con la oración.
Aprendamos, en este día, los caminos de la súplica y de la oración: “Ten compasión de nosotros”. Como el salmista, podemos afirmar que, de hecho, el Señor está cerca de todos los que lo invocan. El salmista reza esto en un determinado momento en el Salmo 144. El Señor está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que tienen la capacidad de hacer súplicas, preces y oraciones para permanecer en la voluntad del Señor.
Diez leprosos, hermanos y hermanas, fueron curados. Uno regresó para agradecer.
Entonces, veamos, en este día, si existe gratitud en nuestra vida.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!