28 Feb 2021

Contemplamos en la oración la gloria de Dios

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos” (Mc 9,2).

Que belleza es contemplarnos, hoy, Jesús transfigurado, es contemplarnos la gloria del Señor en medio la Vía Crucis de la existencia humana. Es Jesús quien camina para Su destino en Jerusalén, en el cual Él aguarda el rechazo de los hombres, en el cual Él aguarda todo que de mal ellos van hacer. Él se anticipa para mostrar a Sus discípulos y a nosotros que la palabra final no es de muerte, de persecución ni de la maldad. La palabra final es el triunfo de la gloria de Dios.

Por eso, los discípulos van para ver a Jesús glorioso y transfigurado. Ellos contemplan en Jesús transfigurado la gloria que espera a cada uno de nosotros. Ellos contemplan Jesús, el Mesías, el Señor. Por eso, al lado de Él aparece Elías y Moisés, porque el Señor de todos los tiempos, es el Señor de la gloria.

Es importante recogerse para la oración

Así como llevo para el alto monte Sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, Jesús también quiere guiarnos para el alto del monte, y no caiga solo en la visión literal de la montaña física, pero es necesario retirarse de lo que nosotros tenemos aquí abajo, nuestra vida cotidiana.

Es importante recogerse para la oración. Toda oración vivida en el recogimiento y en la presencia de Jesús es una transfiguración. Es en la oración que somos transformados, es en la oración que nuestros sentidos son purificados, es en la oración que contemplamos la gloria de Dios, el consuelo de Dios, la misericordia de Dios y la presencia amorosa de Dios en nuestro medio.

Es necesario volverse para la oración, primero la oración de la escucha. “Este es mi Hijo amado. Escuchar lo que él dice”. Oración es salir de los ruidos, salir de todo que el mundo esta soplando en nosotros, pero es necesario salir de los ruidos que están también dentro de nosotros, muchos ruidos dentro de nosotros, para escucharnos la voz de Dios.

Oración es contemplación. Ellos contemplaran Jesús, y con los ojos cerrados contemplamos la presencia gloriosa de Dios en nuestro medio. En el silencio del recogimiento y de la escucha, nuestros ojos son purificados para ver la presencia amorosa de Dios en nuestro medio.

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Por eso, permitamos que, en este domingo de la gracia, segundo domingo de Cuaresma, donde somos guiados a la montaña de la transfiguración, que Dios purifique nuestro sentido y nuestro corazón, que Él nos conduzca por la vía de la oración, para nuestra renovación interior.

Hay una gloria que nos espera, contemplamos esta gloria todas las veces en que vencemos los pecados y las tentaciones por el poder y por la gracia de la oración.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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