11 Jan 2022

Comunique la Palabra de la Verdad con autoridad

“Su manera de enseñar impresionaba mucho a la gente, porque hablaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la Ley” (Mc 1, 22).

“Enseñaba con autoridad”. La autoridad es un atributo de Dios, pero también, entre nosotros, percibimos cuando alguien dijo palabras vacias y cuando habla algo que nos construye. Nosotros detectamos cuando una palabra tiene autoridad dentro de nosotros, cuando ella nos cambia y nos transforma.

Existen personas que cuando quieren comunicar alguna cosa de sí y no consiguen, hablan de hechos, de realidades, pero nunca dicen de corazón, nunca hablan de sí misma, nunca dicen de la propia vida y de los propios dramas. Me pregunto: “¿Cómo es mi comunicación? ¿Qué comunico? ¿Qué transmito? ¿La palabra que pasa por mí como llega hasta la otra persona?

Hablar con autoridad es cuando nosotros comunicamos la Palabra de Verdad, que liberta y que salva, y esta comunicación acaba creando comunión porque las personas que estaban allí escuchando a Jesús quedaban admiradas con Su enseñanza. Si la palabra que hablo va crear una división, es mejor que guardes, que no hables. La única división que la palabra produce es la separación del corazón del hombre del mal, del pecado. Esta división, sí, la Palabra de Verdad necesita producir. Así como Jesús en el Evangelio de hoy que, al libertar aquel hombre en la sinagoga, usa del poder de la Palabra para reprender el mal, para hacer callar el mal y para, de hecho, dividir en el corazón de aquel hombre lo que era de las tinieblas y lo que era de la luz. Esta es la Palabra de la Verdad, pero la Palabra no puede ser usada jamás para ofender y para herir nadie.

La autoridad del anuncio de la Palabra se da cuando ocurre la coherencia de vida en lo que hablo y en lo que vivo

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Jesús nunca humillaba nadie, Él nunca usaba de la fuerza de Su autoridad y de Su Palabra para herir nadie. Jesús usaba de la Palabra de Verdad para convencer los corazones a amar a Dios.

La Palabra dice que Él no enseñaba como los maestros de la Ley. El gran riesgo que nosotros corremos es pensar dueños de la verdad, sin vivir por la verdad. Los maestros de la Ley enseñaban, pero no vivian por la verdad, no practicaban la palabra que enseñaban. Muchas veces, el drama de muchas personas que quedaban sin orientación es porque escuchan de los fariseos y maestros de la Ley una palabra, pero en la vida de ellos veen otras realidades totalmente diferentes. No tengo la verdad, pero la verdad es que debe estar en mi, es decir, mi vida necesita transparecer la verdad.

La autoridad del anuncio de la Palabra se da cuando ocurre la coherencia de vida en lo que hablo y en lo que vivo, en eso se construye un discurso con autoridad, cuando vivo por la palabra que yo predico, cuando busco poner en practica en lo que enseño.

La ley existe y ella está aquí para ser seguida, pero la vida, a veces, pide una mirada un poco más larga, un poco más abarcador para que ningún corazón humano quede fuera de la gracia de Dios. Yo repito: muchas veces, si nuestra palabra va producir división y va ofender las personas, es mejor no decir, porque nuestra misión es que todos los corazones experimenten la gracia de Dios. ¡La gracia de Dios que supera toda la Ley, especialmente, cuando tenemos que hablar de misericordia, esta sí supera todo!

Que la Palabra de Jesús, hoy, proclamada en nuestros oídos, nos da la gracia de vivir Su Palabra y de practicarla.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!

Pai das Misericórdias

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