“Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados” (Marcos 6,54-56).

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La fama de Jesús ya había difundido, y todos, al escucharen que Él pasaría por aquellas tierras, traen sus enfermos en la esperanza de ser curados y libertos de su s enfermedades. Y la Palabra va asegurar que todos cuantos tocaban a Él, quedaban curados.

Jesús acogía y sanaba a todos que se acercaban de Él con fe. Y no solo en aquel tiempo, pero así también hoy, en nuestro tiempo, el Señor sigue tocando y curando aquellos que se acercan de Él y tocan en Él con fe.

El Señor sigue tocando y curando aquellos que se acercan de Él con fe

Y Cristo sigue actuando en nuestro medio, de forma admirable, por medio de los sacramentos. Buscar los sacramentos es repetir ese gesto de ponerse en el camino del Señor para tocar en Sus vestes, para tocar en el Señor y así dejar con que el Señor nos cure. Es JEsús que pasa más una vez por el camino de nuestra existencia por medio de los sacramentos, curando y nos libertando, no solo de enfermedades físicas, pero principalmente de las enfermedades de nuestra alma.

Por eso que todas las veces en que nosotros nos acercamos del sacramento, debemos acercanos con esta fe, la fe de que allí es el Señor quien esta actuando, es el Señor quien esta nos perdonando por medio del sacramento de la penitencia; allí es el Señor que esta nos alimentando por medio del sacramente de la Eucaristia; allí es el Señor que esta nos curando por medio del sacramente de unción de los enfermos.

Es el Señor que actua por medio de los sacramentos. Por eso, mis hermanos, todas las veces que nos acercamos del sacramentos, nos acercamos con esta fe, porque es Cristo que, más una vez, pasa en nuestra vida y en nuestra historia, y desea tocarnos, curarnos y libertarnos de la acción del mal. Sea las enfermedades — como dije — , de nuestro cuerpo, de nuestro físico, pero principalmente las enfermedades de nuestra alma.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!