“¿De qué le serviría a uno ganar el mundo entero si se destruye a sí mismo? ¿Qué dará para rescatarse a sí mismo? Sepan que el Hijo del Hombre vendrá con la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta” (Mt 16, 26-27).

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Nuestra plena felicidad, mis hermanos, jamas sera conquistada aquí en este mundo. Podemos tener todo que este mundo puede ofrecernos: riquezas, casa, coches, seguridad financiera, seguridad física; podemos tener todos los tipos de placeres que una persona puede disfrutar en este mundo, pero nada de eso va ser capaz de comprar lo que JEsús conquisto para nosotros en la cruz.

La cruz de Jesús conquistó para nosotros la felicidad eterna, la felicidad que ningúna riqueza de este mundo es capaz de conquistar. Por eso, Jesús nos invita a renunciar a nosotros mismo y asumir nuestra cruz, porque ella es nuestra única garantía de vida eterna.

La cruz, que para muchos es solo una señal de derrota, de perdida, de sufrimiento y muerte, después el ofrecimiento de Jesús se convirtió para nosotros, que decidimos seguir a Él, una señal de salvación y felicidad eterna.

Aquellos que asumen su cruz acompañan Jesús en la victoria final

Perdida para el mundo sí, pero encuentro de salvación para aquellos que creen. Derrota para el mundo, pero victoria para aquellos que encuentran la gloria de Cristo en medio a los sufrimientos y las perdidas de este mundo.

Aquellos que controlan su conducta y su forma de proceder en este mundo, según la cruz de Cristo, serán recompensados. Tu, que asumes tu cruz con coraje, no necesita preocuparse, el Señor te recompensara en el momento correcto.

Al contrario de la lógica humana, la cruz no implica solo desgacia para ser evitada a todo costo, pero es una oportunidad de acompañar Jesús en Su victoria. ¡Aquellos que asumen su cruz acompañan Jesús en la victoria final!

La lógica de Dios, camino que conduce al glorioso triunfo sobre el pecado y la muerte, pasa por la pasión y por la cruz. Nuestra única victoria esta en la cruz de Cristo, y no en lo que el mundo nos propone.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!