“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘El que guarda mi palabra, no verá la muerte jamás’. ‘¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Quién pretendes ser tú?’ Jesús respondió: ‘Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no vale nada. Quien me glorifica es mi Padre, aquel que vosotros decís que es vuestro Dios” (Juan 8,51-59).

Guardar la Palabra de Cristo

Amados hermanos y hermanas, en el día de ayer, Jesús usó una palabra que marcó nuestro corazón. Si queremos ser verdaderamente Sus discípulos, tenemos que escuchar Su palabra y seremos libres.

Una palabra similar nos dice Jesús hoy, al inicio del Evangelio. “En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás”. Vamos a intentar asociar la libertad que escuchamos hoy con aquello que Jesús está diciendo: guardar Su palabra para permanecer en la vida y no ver jamás la muerte.

La muerte, aquí, necesita ser contextualizada, pues Jesús está hablando de la vida eterna y de la condenación eterna, es decir, del cielo y del infierno. Cuando Él dice que quien guarda Su Palabra jamás verá la muerte, significa que no conocerá el infierno. Es muy difícil esta palabra en los tiempos de hoy, porque ya no es usada por los sacerdotes, por los predicadores, por aquellos que anuncian la Palabra de Dios por miedo a causar extrañeza en el corazón de las personas. Y esto, mis hermanos, puede llevarnos a tener una conciencia laxa.

Y eso es lo que el demonio quiere, que usted no sepa de la existencia del infierno y sigas en su pecado. Mis hermanos y mis hermanas, es algo de materia grave. Es decir, si no nos damos cuenta de que existe el pecado venial, que existe el pecado mortal, y que si no nos deshacemos de eso, si no nos convertimos en personas libres, vamos a vivir aquello de lo que Jesús está hablando aquí, la realidad del infierno.

Y no estoy hablando para crear miedo en su corazón, es para que usted tome conciencia de lo que es el pecado y de lo que puede generar en nosotros. El propio Pablo nos dice: el salario del pecado es la muerte.

En otras palabras, es lo que Jesús nos dijo. Aquel que guarda mi palabra, jamás verá la muerte. Por eso, pidamos al Señor la gracia de ser oyentes y practicantes de Su Palabra, pues quien oye, practica y acoge la palabra jamás verá la muerte, es decir, jamás permanecerá en el pecado, jamás permanecerá en la oscuridad y tendrá un corazón libre.

Esto, mis hermanos, se trata de la libertad del pecado, pero también de la libertad ante la muerte. “Y si alguno guarda mi palabra, no morirá jamás, no verá la muerte jamás”. Por eso quiero decirle a usted: si conoce a Cristo y a Él se entrega, vivirá una vida en paz, haciendo la voluntad de Dios.

Que el Señor nos ayude y que el Señor nos inspire buenos propósitos.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!