El primer día de la semana, María Magdalena salió corriendo y fue a encontrar a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo, y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápido que Pedro y llegó primero al sepulcro (Juan 20,2-8).
Característica amable
Hermanos y hermanas, es curioso leer este texto de la resurrección de Jesús mientras estamos en las octavas de Navidad. Pero hoy celebramos a San Juan, apóstol y evangelista. Y este texto habla mucho sobre la experiencia de San Juan. Juan es el modelo de quien ama y se deja amar por Jesús. Por eso corre más rápido que Pedro y estará siempre por delante de los demás.
No por posición, privilegios, cargos, sino por capacidad de comprender a Cristo y sus misterios. Así es en la vida cristiana. Quien se deja tocar por la vida de Cristo, quien se deja amar por Él, responde a ese amor con mucha fuerza.
Esa persona estará siempre por delante de los demás. Mientras muchos pelean por lugares, cargos, títulos, el discípulo que ama tiene siempre los ojos fijos en Jesús y en la meta a la que Él debe llegar.
Generalmente, una persona así, que ama y es amada, es una persona ligera, siempre tiene una palabra de esperanza para dar. No es una persona agria, no es arrogante, no persigue a nadie. Es una persona dócil, obediente, humilde. Piensa en la comunidad antes que en sus propios intereses, no adula a las autoridades para obtener algún cargo, sabe dar el primer lugar al otro, tiene una vida de oración sincera, profunda y no superficial.
Bueno, todo eso es característica de quien ama y es amado por Jesús. Juan, el discípulo amado.
Juan vio y creyó, dice el texto. Y porque cree en Jesús piadosamente, vivió una conversión sincera y se volvió amable. Por eso se autodenomina el discípulo amado.
Bueno, de nada serviría que Jesús expresara su amor a Juan si él no se hubiera convertido en un discípulo amable. Hay una gran diferencia entre cuando alguien se deja amar y cuando no se deja amar.
Cuando una persona se vuelve amable, se vuelve fácil relacionarse con ella, porque el amor de Cristo ha pasado por su corazón y ahora, llena de ese amor, también rebosa de amor hacia todas las personas.
Que San Juan interceda por nosotros.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!