“Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?. Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas». «Y ustedes, ¿Tú eres el Mesías».” (Marcos 8,27-29).

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Un buen discipulo es aquel que compreende la misión de su maestro, conociendo su identidad. Y para que nosotros podamos conocer bien una persona, necesitamos hacer nuestra experiencia personal. Por más que nosotros escuchamos hablar de alguien, de hecho, solo vamos comprender con profundidad quien es aquella persona, conociendo su identidad, cuando nosotros hacemos nuestra experiencia con aquella persona; del contrario, nosotros vamos quedar solo con las impresiones, con las opiniones de los demás. Y ni siempre la experiencia del otro es capaz de revelarnos la verdad sobre aquella persona.

Bueno, seguramente nosotros conocemos Jesucristo, ya escuchamos hablar de Él. Con seguridad, alguien ya hablo sobre Jesucristo, pero si, de hecho, nosotros queremos conocer a Él en profundidad, saber aún quien es Jesucristo, no podemos quedar solo en el “escuchar hablar” sobre Jesús.

Jesús desea guiarnos para una experiencia personal con Él

Es necesario ir más allá de la experiencia personal. Necesitamos hacer nuestra experiencia personal con el Señor. El testimonio de los demás es importante, nos guía, ilumina nuestra fe, pero, en el momento de la probación, en el momento de la lucha, lo que nos mantiene en la fidelidad al señor, en la fidelidad del discipulado del Señor, es nuestra experiencia personal.

Algunos decían — nos habla la Palabra – “Tu eres Juan Bautista; otros que es Elias; otros, aún, que es un de los profetas. Pero, ¿Y ustedes?. Mis hermanos, Jesús desea guiarnos a una experiencia persona con Él, con Su persona. Y va ser en esta experiencia personal que Él nos va revelar la verdadera identidad y la misión.

“Tu es cristo, el Mesías”. Pedro, hablando en nombre de todo el grupo de los discípulos, responde inmediatamente: “Tu eres el Mesías, tu eres aquel que ha venido para salvarnos, el ungido del Señor”. Y es apartir de la experiencia personal que somos sostenido en el seguimiento.

Pidamos, hoy, mis hermanos, la gracia de conocernos el Señor por nosotros mismo, aún que nosotros ya tengamos escuchado hablar de Jesucristo, queremos también hacer nuestra experiencia personal. Porque cuando llegar el tiempo de la probación, el tiempo del sufrimiento, lo que nos sostienes no va ser la experiencia del otro, pero sí la experiencia de mi conocimiento de Jesucristo, mi experiencia personal con Él.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!