“Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana.” (Mt 11, 28-30).
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Hoy, celebremos la Solemnidad del Corazón de Jesús. Dios nos ama profundamente, y Él nos amó con el corazón humano y divino, un corazón que conoce profundamente nuestros cansancios, nuestras angustias, nuestros padecimientos; conoce profundamente nuestro sufrimiento.
Y Él nos ama con un corazón comprensible. Es decir, un corazón que, comprendiendo, es sensible a nuestros sufrimientos. El amor existe donde existe comprensión; el amor existe donde existe perdón; el amor existe donde existe compasión.
Y Jesús nos invita, hoy, a compartir con Su corazón, nos invita a compartir de Su corazón comprensible, de este amor que desea dividir con nosotros nuestro peso. Y por eso nos presenta Su corazón manso e humilde como esta escuela de amor. Y va decir el Señor: “Aprender de mí, porque soy manso y humilde de corazón”.
Ser devoto del corazón de Jesús es ser devoto de la grandiosidad del amor de Dios por nosotros
El camino de amor solo es accesible para quien es manso y humilde, porque es la mansedumbre, es misericordia, el amor es necesariamente humilde. Quien ama también es humilde.
Hablar del corazón de Jesús es hablar de esta seguridad que nosotros necesitamos tener; la seguridad de que Dios nos ama y, en su amor, Él se entrego por nosotros.
Ser devoto del Corazón de Jesús es ser devoto de la grandiosidad del amor de Dios por nosotros, es estar enteramente vuelto para este amor. Corazón significa eso, esta entereza, esta grandiosidad, ese amor profundo.
Cuando se habla del corazón en las Sagradas Escrituras, no se refiere a un sentimiento pasajero, pero es ese sentimiento profundo del corazón de Cristo que nos amo totalmente; amo con el cuerpo, con el alma, con todo aquello que Él es, con toda la profundidad que Él es.
En eso se traduce la verdadera devoción al Sagrado Corazón de Jesús: conocernos a Dios y conocer a nosotros mismos. Consiste en mirar para Jesús y reconocer en Él el amor que nos anima, que nos enseña, que nos guía y comparte con nosotros su sentencia, que es suave.
Busquemos refugiarnos en ese corazón, busquemos aprender de corazón de Jesús Su amor.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
