“La origen de Jesucristo fué así: Maria, su madre, estaba prometida en noviazgo a José, y antes de vivir juntos, ella embarazo por la acción del Espíritu Santo. Jose, su marido, es justo, y no queriendo rechazarla, resolvió abandonar Maria en secreto. Jose se puso a pensar en eso, y el Angel del Señor apareció en sueño, y dijo: José, hijo de Davi, no tengas miedo de recibir Maria como tu esposa”. Cuando despertó, Jose hizo conforme en ángel del Señor había mandado” (Mateo 1, 18-20.24a)
Hoy, celebramos la solemnidad de San José en la Iglesia, es un gran hombre, esta persona tan importante en la historia de la salvación. Dios quiso ser ayudado por un hombre. En San José, vemos la participación de la humanidad en la obra de la redención, vemos en San José esta libertad suprema que Dios concede a cada uno de nosotros. Vemos en San José el abrir la mano de un proyecto personal para unirse un proyecto mayor: el proyecto de Dios.
La voluntad de Dios, muchas veces, puede no coincidir con la nuestra, es muchas veces así porque nuestra voluntad está permeada por muchos intereses personales, nuestra voluntad muchas veces se afasta de la voluntad de Dios y en algunos momentos de nuestra vida, también Dios necesita intervenir para mostrar su voluntad.
Ahora, San José hizo el gesto de aceptar el “aparentemente no escogido”, porque Jose no había escogido de esta forma, pero el aparente no escogido puede esconder el cumplimiento de aquello que, de hecho, en el fondo nosotros deseamos.
San José, un hombre justo, deseaba hacer la voluntad de Dios, El solo no había cuales caminos para realizar la voluntad. Entonces, aquello que es aparente no escogido, tornase claro y evidente para San José.
Cuando nosotros también nos responsabilizamos, por realizar la voluntad de Dios en nuestra vida, El confianos cosas grandiosas.
¿Quién es el que no desea amar a Dios? Nosotros deseamos amar a Dios, todos queremos hacer la voluntad de Él, pero muchas veces no sabemos cómo realizar, cómo concretar eso. San José muéstranos esta realidad
Lo hermoso que aparece en el Evangelio de hoy es esta experiencia del Sueño, el Sueño de San José, el sueño como lugar de convencimiento de Dios. El sueño como la hora de Dios, la hora de Dios porque se calan las facultades humanas. Cuando endurecemos, estamos lejos de nuestras facultades humanas, ahí entra en escena la acción misteriosa de Dios. Entonces, cuando tocamos nuestra realidad del Sueño, hablemos del convencimiento de Dios.
Y el convencimiento que no pasa a ser una actitud irracional, inconsecuente, como si San José no pudiera pensarlo, como si San José no pudiera también confrontar su vida con aquello que fue pedido en el sueño. José escoge no quedar prendido en el sueño, refén del sueño, que no era su sueño, pero era el de Dios. José escoge libremente elegir el proyecto de Dios revelado a él en este sueño,cuando sus facultades humanas estaban caladas, o sea, cuando permitimos que Dios tome su primer hogar, cuando salimos de cena, cuando dejamos de lado nuestra voluntad para hacer la de El.
Mira que hermoso, Dios, delante de un hombre tan responsable, entrega sus tesoros preciosos: La Virgem Maria y su hijo Jesus.
Cuando nosotros también nos responsabilizamos por realizar la voluntad de Dios en nuestra vida, Él confía cosas grandiosas, es eso que nosotros vamos a pedir a Él a celebrar esta liturgia de hoy, a celebrar con tanta alegría la solemnidad de San José. Que aprendamos, responsablemente, a hacer la voluntad de Dios todos los días de nuestra vida.
Sobre todos ustedes, la bendición de Dios todo poderoso. Padre, hijo y espíritu santo. ¡Amém!
