“No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar. Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (Mateus 6,19-21).
Mis hermanos y mis hermanas, ¿en que lugar tu tienes el corazón? ¿En que lugar tengo mi corazón? Es importante ponernos esta pregunta porque, a partir de ella, nosotros sabremos lo que realmente consideramos como un tesoro en nuestra vida.
Donde nosotros basamos nuestro corazón, allí esta nuestro tesoro. Y como dije, es un buen momento de reflexión personal para que yo y tu comprendamos lo que son los tesoros de nuestra vida, cuales son estos tesoros.
Porque nosotros sabemos que existen algunos lugares donde nosotros ponemos nuestro corazón, pero lugares de ladrones, lleno de traza y llenos de herrumbre. Existen, sí, estas realidades que, muchas veces, nosotros ponemos nuestro corazón y, muchas veces, experimentamos el asalto de nuestros sentimientos, de nuestras emociones, el asalto de nuestras preciosidades, nuestros valores.
Por mejor que sean los lugares aquí, solo el Cielo es el lugar seguro para poner nuestro corazón
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Muchas veces, situaciones que corroen nuestros valores, que destruyen nuestra capacidad de vernos, de ver nuestra dignidad, ver la dignidad del otro. Pero también, del contrario, existen aquellos lugares donde nuestro corazón fructifica, existen aquellos lugares donde nosotros depositamos nuestro corazón, donde existe el gusto de la vida, existe el sabor de la vida, existe el sabor de la vida eterna, aún estando en realidades terrenas. Aún estando aquí, en la Tierra, existen lugares donde nosotros depositamos nuestra corazón que nos hacen experimentar el sabor de la vida con Dios, de la vida definitiva con Dios.
Ahora, una cosa es importante observar: todas estas realidades temporales que nosotros vivimos en este mundo, nuestra relación con ls bienes materiales, con las cosas, con las personas. Por mejor que sean los lugares aquí, solo el Cielo es el lugar seguro para pone nuestro corazón.
Por eso, la Palabra de Jesús, hoy, despierta nuestro corazón para que él este en Dios, para que él este en el Cielo y busque constantemente las cosas del Cielo. Aquí, en la Tierra, tendremos siempre los elementos de las decepciones, de los errores, de nuestras expectativas que, muchas veces, pueden ser frustradas. Por eso, la necesidad de lidiar bien con las cosas de la Tierra, pero nunca dejar de tener el corazón en el Cielo porque allá esta verdaderamente la patria de nuestro corazón, el lugar donde nosotros podemos reposar nuestro corazón y experimentar profundamente la verdadera felicidad.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
