“En aquellos días, cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó a gritos: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Apenas oí tu saludo, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor!»” (Lucas 1,41-45)
Vientre de María
Hermanos y hermanas, hoy, domingo, día del Señor, celebramos el cuarto domingo de Adviento, preparándonos ya para la Navidad que se acerca.
Hoy aprendemos de labios de Isabel elementos que componen una de las oraciones más queridas de nuestra fe católica: el Avemaría.
¿Quién de nosotros no ha repetido alguna vez estas hermosas palabras pronunciadas, ya sea por el arcángel Gabriel, ya sea por Isabel?
Si el arcángel Gabriel inicia con el «Ave, llena de gracia, el Señor es contigo», Isabel completa con: «Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre».
Y el texto dice que Isabel usó un megáfono. ¡Qué interesante! En realidad, no usó el aparato de comunicación que conocemos como megáfono, para proyectar la voz. El texto dice, sí, mega phoné, pero apuntando al tono de voz que usó.
Lo que ella iba a decir era de suma importancia, y debía ser dicho en un tono de voz potente, para que tal verdad resonara a través de las generaciones. Y eso fue lo que sucedió.
Son más de dos mil años que el Avemaría pasa por los labios de todos aquellos que desean repetir el saludo, desean repetir las palabras benditas y tan llenas del poder de Dios y del Espíritu Santo.
Recordemos que Isabel estaba llena del Espíritu Santo, dice el texto. Cuando pronunció esta exclamación, el Espíritu estaba presente en la vida de Isabel. «Bendita tú», es decir, hubo una elección de Dios. María no es una cualquiera, ella es parte del designio salvífico de Dios.
Designio que no ocurrió solamente en su vida, sino en la vida de toda la humanidad. Tanto que la otra parte exclama: «Bendito el fruto de tu vientre», y el vientre de María es el lugar sagrado donde Dios quiso ser humanamente engendrado.
La segunda persona de la Trinidad, Jesús, engendrado eternamente por el Padre, ahora elige el vientre de María para recibir su carne y su sangre.
Isabel tenía, en verdad, una exclamación inspirada por el Espíritu Santo, por eso debía decirla en alto y buen tono.
Estamos cerca de la Navidad, por eso vamos a entrenar bien lo que debemos comunicar de parte de Dios a las personas, el día 25, cuando el Señor llegue en medio de nosotros.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!