“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?” (Marcos 8,34-36).
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Después te haber conocido como el Mesías, el ungido del Señor, Jesús no oculta de Sus discípulos que Él debería pasar por el sufrimiento, que Él sería rechazado, sería muerto, pero, al tercero día, resucitaría. Y esp dejo los discípulos asustados porque ellos también esperaban el Mesías victorioso y vencedor, no un Mesías que pasaría por el sufrimiento, por la muerte y por la cruz.
Y Jesús enseña Sus discípulos en la persona de Pedro, diciendoles que su camino es una camino de cruz, es un camino de renuncias, un camino de oferta de la propia vida para ganar la salvación. Ese fue el camino de Jesús y Él no oculta ese camino de aquellos que desean seguir a Él. “¿Si alguien quiere seguirme, renuncie a sí mismo, toma tu cruz y sígame?”. Es decir, Jesús deja muy claro para nosotros, mis hermanos, que para seguir a Él verdaderamente es necesario vaciarse de sí mismo y tomar Su cruz.
Asumamos nuestra cruz diaria, la llevamos con alegría, aún en el sufrimiento
Todos nosotros tenemos cruces, todos nosotros tenemos sufrimientos. El sufrimiento y los dolores que nosotros pasamos hacen parte de nuestra condición humana. Y seguir Jesús no es garantida de no tener sufrimientos, por eso, necesitamos tomar nuestra cruz diaria, nuestra cruz del día a día sin miedo y sin recelo.
El camino de nuestra santificación pasa diariamente por la cruz, y el camino de asumir la cruz y de asumir el sufrimiento no es un camino infeliz, porque existe una recompensa, existe una promesa que el Señor hace para aquellos que perdieron su vida en esta aventura de llevar diariamente la cruz — “Pero quien perder su vida por causa de mí y del Evangelio va salvarla”.
Asumamos nuestra cruz diaria, la llevamos con alegría, aún en el sufrimiento, pero la seguridad de esta recompensa de la salvación eterna.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
