30 Jun 2023

Presenta a Jesús las heridas de tu corazón

“Un leproso se acercó, se arrodilló delante de él y le dijo: «Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.» Jesús, pues, bajó del monte, y empezaron a seguirlo muchedumbres. Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Al momento quedó limpio de la lepra” (Mt 8, 2-3).

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Luego después el Sermón de la Montaña, Jesús se ve rodeado por una gran multitud que seguía a Él. Y entre todas aquellas personas, tenía un leproso que tuvo una actitud insólito y muy valiente, una actitud osada – podemos decir así – delante de esta situación que él vivía, de enfermedad, ese leproso fue osado.

En aquel tiempo, quien tenía lepra era obligado a aislarse del convivio social, era prohibido de acercarse de las personas. Y el leproso, además de sufrir terriblemente con sus heridas externas, tenía heridas aún mayores en su interior debido al prejuicio y distanciamiento de las personas. Pero, contrariando todas las imposiciones que o alejaban de las personas, ese leproso se acerco de Jesús, se arrodillo delante de Él y pidio que fuese sanado. Aún con los obstáculos, ese hombre consiguió acercarse de Jesús y pidio, con total simplicidad, para ser sanado de su enfermedad.

Además del rechazo social, el leproso también tuvo que superar la verguenza de mostrarse vulnerable y necesitado de ayuda. Y, muchas veces, esta es la actitud más difícil: abrir nuestra alma para alguien y pedir ayuda; presentar nuestras heridas, dejar con que el otro conozca nuestras lepras, conozca nuestras enfermedades, las enfermedades de nuestra alma. ¡Tenemos que tener coraje, humildad y confianza!

Tengamos el coraje de abrir nuestro corazón, y así presentar a Él todas nuestras heridas

A veces, tenemos miedo de ser rechazados o, entonces, mal comprendidos; en el final, la herida más profunda que nosotros necesitamos de cura es la herida de nuestro corazón. Y, a veces, nos falta la simplicidad y la humildad, que fue la simplicidad y la humildad de ese leproso de exponerse, de presentar sus heridas, de poner sus miserias en evidencia delante del Señor.

El leproso del Evangelio de hoy nos enseña como debemos actuar delante de nuestros limites y de nuestras debilidades, él nos muestra que el camino más sencillo es arrodillarse delante de Jesús y decir, sin miedo, cual es nuestro problema, cual es nuestra herida, y así pedir humildad y con confianza la ayuda de Dios, sabiendo también respetar el ministerio de la libertad de Dios.

Porque el leproso dijo: “Señor, si quieres, tu tienes el poder de purificarme”. Esta actitud nosotros podemos constantemente poner en práctica por medio de nuestra vida de oración y por medio de la confesión sacramental. Es por medio del sacramento de la confesión que nosotros exponemos nuestras heridas, nuestras miserias, nuestras lepras, en la seguridad de que es aquí que el Señor sigue tocando en nosotros, es aquí que Él sigue purificandonos, limpiandonos, así como Él hizo con el leproso.

En el confesionario, tenemos esta oportunidad, la oportunidad de imitar el leproso, de arrodillarnos, de presentar nuestras lepras, nuestras heridas, y así dejar que el Señor nos purifique – el Señor que también habla a nosotros cuando confesamos: “¡Yo quiero, quedate limpio!

Tengamos el coraje de abrir nuestro corazón, de buscar el Señor con humildad y con confianza, y así presentar a Él todas nuestras heridas.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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