“En aquel tiempo, Jesús pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando estaba por entrar en una aldea, diez leprosos salieron a su encuentro. Se detuvieron a distancia y gritaron: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes”. Mientras caminaban, sucedió que quedaron curados. Uno de ellos, al darse cuenta de que estaba curado, volvió glorificando a Dios en voz alta. Se postró a los pies de Jesús con el rostro en tierra y le dio las gracias. Era un samaritano” (Lucas 17,11-19).
La sanación del corazón
Alguien de quien jamás se esperaba, porque Jesús era judío. Es un samaritano quien vuelve bendiciendo a Dios.
Ayer hablábamos un poco sobre el tema de la gratitud, y reaparece aquí hoy. De hecho, son tres temas en el Evangelio de hoy: las personas aisladas, la curación y la gratitud.
Diez leprosos se detuvieron a distancia, porque era una norma, incluso, ya que tenían que mostrar su proximidad. Los leprosos, incluso, se ataban una campanilla al cuello para que las personas, al percibir su cercanía, se alejaran por miedo a contagiarse.
Ellos estaban aislados, tanto social como religiosamente. Jamás estas personas podrían levantar su voz para hacer una oración a Dios, porque eran consideradas desdichadas. La palabra es muy fuerte, pero eso era lo que experimentaban. Estaban una vida entera condenadas al aislamiento.
Vivimos esto en la pandemia y casi morimos con dos años de aislamiento, tres años en algunas situaciones; y ellos así por toda la vida. Luego, la soledad, que debía ser el sentimiento más cruel que estas personas experimentaban.
Esperaban que alguien pasara por sus vidas, y esa persona era Jesús. Los diez fueron curados.
Jesús manda, inmediatamente, que se presenten al sacerdote, porque era parte de la norma, ya que el sacerdote les daba el documento, diciendo que ya no contagiaban a nadie y podían volver al convívio social. Pero un detalle: solo uno vuelve para dara gracias. Él volvió, delante de Dios, para dar gracia por la bendición recibida.
Era más necesaria la curación interior que la exterior, porque los otros nueve exteriormente estaban curados, pero interiormente todavía estaban enfermos.
Jesús dijo: “Este extranjero volvió para dar gracias”, o sea, alguien que estaba completamente fuera del escenario de Israel, del pueblo de Dios, volvió para dar gracias.
Aprender a Agradecer
Saber pedir, lo sabemos muy bien, ¡somos maestros en hacer nuestras novenas, nuestras súplicas a Dios! Pero saber agradecer, ¡todavía tenemos que aprender mucho!
Si vamos, por ejemplo, a los Salmos, vemos que un tercio son de súplicas, y apenas diez son para dar gracias.
Necesitamos cultivar la alabanza en nuestro corazón. A veces, incluso en nuestro agradecimiento a Dios, estamos deseando recibir algo.
Cuánto nos falta aún esa gratitud a Dios por aquello que Él es en nuestra vida, y no simplemente por aquello que Él hace.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!



