“En aquel tiempo, Jesús llamo de nuevo los doce y comenzó a decirles: Iban por el camino subiendo a Jerusalén; el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles; y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará. Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (Mc 10, 31-45).
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Muy bien, Tiago y Juan escribieron una pagina tenebrosa sobre los discípulos aprovechadores. Sirven de Jesús para tener lugares privilegiados. Privilegiados aquí en la concepción de ellos, porque, seguramente, cuando supieran que Jesús fue crucificado, teniendo dos ladrones, uno a su derecha y otro en su izquierda, ellos se recordaron de ese pedido absurdo que hicieran en el episodio de hoy. Al lado de Jesús estaban dos ladrones. Y Jesús se ha estado con ellos, que intentaban robar a Su gloria. ¿Cuántas veces nosotros nos portamos así? ¡Ladrones de la gloria de Dios, oportunistas, aprovechadores, parasitas!
¿Sirviendo a Dios o a Sí Mismo?
¡Miren el absurdo que los dos han cometido, mis hermanos! Miren Jesús les expone dolorosamente lo que él iba sufrir en Jerusalén, ellos están conversando sobre los lugares de honor en que podrían asentarse. Piensan que la gloria de Cristo es un trono en esta tierra, que esta rodeado de ventajas y bienes, porque ellos tiene en mente aquel mesianismo del poderío victorioso, reinante, una idea equivocada sobre el mesianismo de Jesús.
¡Pero que bueno que el autor sagrado no oculto esta pagina del Evangelio para advertirnos! Advertirnos del peligro de la instrumentalización de la obra de Dios en beneficio propio. La obra de Dios es santa y necesita ser respetada según la intención de su fundador, Jesucristo. Hay mucha gente convirtiéndose sanguijuela de la obra de Dios, en lugar de dar la sangre en ella y morir por el mismo motivo que Cristi murió.
Que nuestro Señor convierta nuestro corazón de estos desvíos en el seguimiento a Cristo y nos lleva de vuelta para aquello que es esencial.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!