“Jesús les respondió: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer? Él les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Id y ved. Y habiendo averiguado, dijeron: Cinco, y dos peces. Entonces les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.” (Marcos 6,34-44).
Alimento espiritual
El Evangelio que estamos leyendo hoy hace esta alusión a la Eucaristía. El Evangelio de la multiplicación de los panes nos muestra lo siguiente: así fue como el amor de Dios se manifestó en medio de nosotros, es la epifanía. Después de la epifanía, el Evangelio habla de la manifestación de Dios. ¿Pero cómo manifestó Dios su amor? El evangelista Juan nos dice lo siguiente: Dios envió a su Hijo único al mundo, por el misterio de su encarnación, para que tengamos vida por medio de Él.
Por eso esta alusión a la Eucaristía, a la multiplicación de los panes, pues en esto consiste el amor de Dios. Al mirar la multiplicación de los panes, nos viene a la mente, inmediatamente, la Eucaristía. La primera epístola de San Juan nos dice lo siguiente: Jesús vino para ser víctima de reparación por nuestros pecados.
Primero, necesitamos comprender esto para comprender el misterio de la Eucaristía. Otra realidad es que esta reconciliación se da plenamente en la cruz, en la redención de la cruz, de forma que Jesús se convierte en víctima de reparación por nuestros pecados, e, inmediatamente, tenemos esta gracia de la Eucaristía.
Jesús quiso dar de comer a su pueblo, que no estaba hambriento solamente del pan material, sino del pan espiritual, de su propio cuerpo.
Entonces, Jesús dice: “Dadles de comer”. Y darles de comer significa: Él vino al mundo para que tengamos vida por medio de Él. Es en esto que necesito realizarme, es esta nuestra misión. Nuestra misión está en la Eucaristía.
Cuando el Señor dice “dar de comer”, significa que Jesús quiere dar de sí mismo, Jesús quiere alimentar nuestra alma, Jesús quiere alimentar nuestra hambre y sed de ser de Dios, de hacer la voluntad de Dios. Por eso, hermanos míos, tengamos los ojos fijos en la Eucaristía. La gran manifestación del amor de Dios. Corazón que, en cada Santa Misa, se entrega por nosotros.
Para darse, para que tengamos la vida, la vida eterna y la tengamos en abundancia, ese es el proyecto de Dios al entregar a su Hijo en la cruz, para darse a nosotros como alimento para que podamos tener la vida eterna.
Que Dios nos dé esta gracia de nunca apartar los ojos de la Eucaristía.
Que Dios derrame sobre nosotros su bendición, que derrame sobre nosotros su fuerza. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!